jueves, 31 de octubre de 2019

LOS EXPERTOS RECOMIENDAN LA EXHUMACIÓN DE PRIMO DE RIVERA.

El informe de los expertos sobre el Valle de los Caídos sostiene que no todos los enterrados en el conjunto monumental son damnificados de la contienda. José Antonio Primo de Rivera no es una víctima sino un “beligerante”, una persona que propició el golpe de Estado del 18 de julio de 1936.
El informe de los expertos sobre el Valle de los Caídos sostiene que no todos los enterrados en el conjunto monumental son damnificados de la contienda. José Antonio Primo de Rivera no es una víctima sino un “beligerante”, una persona que propició el golpe de Estado del 18 de julio de 1936.

LOS EXPERTOS RECOMIENDAN LA EXHUMACIÓN DE PRIMO DE RIVERA.

PRIMO DE RIVERA NO ES UNA VÍCTIMA DE LA GUERRA CIVIL, ES UN MUERTO EN EL CONFLICTO Y UNA PERSONA BELIGERANTE QUE PROPICIÓ EL GOLPE DE ESTADO DE JULIO DE 1936.

Primo de Rivera se queda solo en el Valle de los Caídos tras 44 años de pétrea compañía. La exhumación de Francisco Franco deja al fundador de Falange como el único inhumado de la basílica ocupando un lugar destacado, un privilegio que contrasta con el objetivo inicial de la creación del enorme mausoleo en el que se acabó convirtiendo en honor al dictador. 

El primogénito del dictador Miguel Primo de Rivera fue ejecutado el 20 de noviembre de 1936, cinco meses después del inicio de la Guerra Civil, por lo que se suma a la enorme lista de fallecidos durante el conflicto. Los restos del falangista fueron trasladados a la basílica desde el monasterio de El Escorial en 1959, año en el que se inauguró el monumento, junto a otras 11.328 víctimas mortales. A partir de ese año, y hasta 1983, el Valle de los Caídos se convirtió en el mayor cementerio de la Guerra Civil con 33.847 cadáveres inhumados, según los datos del registro que constan en Patrimonio, aunque el informe de expertos advierte de que el número podría ser superior.    

La tumba de José Antonio Primo de Rivera continuará en el Valle de los Caídos. Aunque es probable que lo trasladen a un lugar más “discreto” dentro del monumento para igualarlo a todas las personas allí enterradas, sus restos no seguirán el mismo camino que los del general Francisco Franco, exhumado el pasado 24 de octubre y enterrado en un panteón familiar en Mingorrubio, en El Pardo. La razón es que el fundador de la Falange es “una víctima de la Guerra Civil”, según reiteró este lunes la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Sin embargo, ni Primo de Rivera fue una víctima del conflicto español ni “todos los que yacen en el valle son víctimas y solo víctimas”, como afirmó de forma solemne el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras la exhumación del dictador.

El Gobierno basa su decisión en el Informe de la Comisión de Expertos para el futuro del Valle de los Caídos, de noviembre de 2011, que recomendó que “los restos del general Francisco Franco fueran trasladados al lugar que designara la familia” y que los de Primo Rivera permanecieran en el Valle de los Caídos pero sin ocupar “un lugar preeminente en la Basílica” dada la “igual dignidad de los restos de todos los allí enterrados”. Y en esta frase, “todos los allí enterrados”, reside la clave: el informe no menciona en ningún momento que Primo de Rivera fuera una víctima ni que todas las personas inhumadas en el monumento fueran víctimas de la Guerra Civil. Literalmente, señala: “Toda víctima es víctima, independientemente del campo en que se halle (…). Entre los inhumados hay combatientes y civiles de ambos bandos. Aunque no todos son víctimas, sí las hay de ambos bandos”.

“Nosotros no decimos que todos los muertos son víctimas. El que muere con un arma en la mano no es una víctima. Se le puede llamar muerto, fallecido, caído… Pero no víctima”, explica Reyes Mate, miembro de la comisión que elaboró el informe. Según el filósofo, José Antonio Primo de Rivera no es una víctima sino un “beligerante”, una persona que propició el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, afirma en una entrevista telefónica.

La comisión recomendó que sus restos permanecieran en el Valle de los Caídos no por su condición de víctima, —Reyes Mate defiende que Primo de Rivera, al igual que Franco, es un personaje cuya memoria no es digna de homenajes— sino porque fue fusilado el 20 de noviembre de 1936 condenado por un delito de rebelión militar— y su muerte, por tanto, entra dentro de los plazos previstos en la orden ministerial de fundación del Valle de los Caídos, de 11 de julio de 1946. La orden especifica que aquel recinto era para recibir “los restos de los caídos en nuestra Guerra de Liberación, tanto si pertenecieron al Ejército Nacional como si sucumbieron asesinados y ejecutados por las hordas marxistas en el período comprendido entre el 18 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939, o aun en fecha posterior, en caso de que la defunción fuera consecuencia directa de las heridas de guerra o sufrimientos en prisión”

“Esta es una de las razones por las que Franco, muerto el 20 de noviembre de 1975, no debía estar ahí”, añade Reyes Mate. Después los entierros se ampliarían a “muertos en los dos bandos, que fueran españoles y católicos” por el decreto ley del 23 de agosto de 1957, puntualiza el filósofo.

Tampoco el historiador Paul Preston cree que Primo de Rivera sea una víctima de la contienda española. “Por un lado José Antonio Primo de Rivera fue una víctima en el sentido de que murió delante de un pelotón de fusilamiento el 20 de noviembre de 1936. Por otro lado, con su retórica de ‘la dialéctica de los puños y de las pistolas’, contribuyó a provocar la guerra de la que fue una víctima”, reflexiona en un correo electrónico el experto en historia española y biógrafo de Franco. Es el mismo argumento que emplea Gutmaro Gómez Bravo, profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid y experto en el franquismo y en la Guerra Civil. “Puede considerarse víctima, porque fue condenado y ejecutado durante el periodo en el que dura la contienda, aunque su figura, como fundador de la Falange y muy activa en la preparación del golpe de Estado de 1936 es muy controvertida”, señala en conversación telefónica.

Preston profundiza en las contradicciones del fundador de la Falange y considera, que tras su arresto el 14 de marzo de 1936, quedó “horrorizado por la guerra” y evolucionó ideológicamente como “muestra su última entrevista antes de su ejecución”. “Ha habido muchos intentos de argumentar que, de haber vivido, habría limitado los excesos de Franco”, sostiene. Sin embargo, pese a su “rectificación final”, el historiador británico cree que el balance de su biografía hace que “no se le puede considerar como víctima” si bien, en su opinión, “su ejecución fue un gran error”.

El día que Mussolini bendijo a Primo de Rivera

Los encendidos discursos de los líderes políticos de Falange Española apelaron a la violencia verbal y física como forma de hacer frente a la "revolución bolchevique" que, según ellos, pretendía romper la "nación española"
Los encendidos discursos de los líderes políticos de Falange Española apelaron a la violencia verbal y física como forma de hacer frente a la "revolución bolchevique" que, según ellos, pretendía romper la "nación española".

“Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo y, en lo alto, las estrellas”. Con estas palabras pronunciadas en el discurso fundacional de la Falange, José Antonio Primo de Rivera dejaba claro que su partido, antiparlamentario y antisistema, no iba a renunciar a la violencia como forma de alcanzar sus fines políticos. Corría el 29 de octubre de 1933 y las organizaciones juveniles tanto de izquierdas como de derechas se radicalizaban al extremo. Había enfrentamientos en las calles, refriegas constantes, heridos. Los primeros muertos no tardarían en llegar.

La democracia se degradaba por momentos; el Parlamento se reducía a una especie de inútil teatrillo. Las huelgas y reuniones obreras eran cruentamente reprimidas por grupos de pistoleros contratados por patronos. Se extendía la idea de que la política debía hacerse en las calles, pistola en mano. El ambiente se volvía irrespirable en todo el país. Las elites financieras y las derechas más reaccionarias veían necesaria la existencia de un partido ultraderechista que como en otros países de Europa sirviera de dique de contención ante la amenaza roja.

Las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo, apoyadas por un sector de los militares y el clero, no estaban funcionando. En realidad habían fracasado, ya que no tuvieron el respaldo popular que se esperaba de ellas. Mientras Hitler arrastraba a las masas en Alemania, y Mussolini seducía a los italianos, el movimiento fascista español no terminaba de arrancar. Había que encontrar un líder carismático lo antes posible. José Antonio Primo de Rivera era el hombre. Hijo del anterior dictador español, tenía presencia, estaba intelectualmente preparado y era un buen orador para encandilar al pueblo con su discurso enérgico trufado de lirismo y sentimentalismo exacerbado.

El partido de José Antonio, Falange Española, se presentó en sociedad durante aquel histórico mitin celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid el 29 de octubre de 1933. Desde el principio se inspiró en la retórica del fascio musoliniano. Los encendidos discursos de sus líderes políticos apelaron a la violencia verbal y física como forma de hacer frente a la "revolución bolchevique" que, según ellos, pretendía romper la "nación española". Falange no iba a permitir la fractura del Estado. Ante todo Dios, patria y orden y esa máxima que sus militantes llevaban grabada a sangre y fuego en sus cabezas: “España es una unidad de destino en lo universal…”

En octubre de ese año Primo de Rivera viajó a Italia para entrevistarse con Mussolini, que le regaló un retrato firmado. El fundador de la Falange colgó el cuadro en su despacho junto al de su padre. Se dice que momentos antes de la entrevista le dijo a un reportero: “Soy como el discípulo que va a ver al maestro”. Dos años después llegaba una jugosa subvención mensual italiana de 50.000 liras del Gobierno fascista para el partido de Primo de Rivera.

Falange Española organizó a sus jóvenes escuadristas en grupos paramilitares canalizando su rebeldía y su odio hacia la democracia liberal mediante la práctica de la violencia. El proceso de selección se hacía con minuciosidad y tomando precauciones para no levantar las sospechas de las autoridades y de la policía. De hecho, en las fichas de afiliación de los nuevos falangistas se reservaba una casilla en la que se hacía constar si el candidato disponía de “bicicleta”, es decir de una pistola. Luego se les entregaban porras flexibles forradas de metal para batirse en la calle con los grupos de izquierda. En un documento interno de Falange, aireado por un periódico de la época, quedó en evidencia cuál era su hoja de ruta: “Fracasadas rotundamente las tentativas de actuaciones por procedimientos legales, e impotentes hoy para contener el avance de la ola roja, cuya práctica y procedimientos son genuinamente violentos, a la violencia habrá que recurrir para contener y luego destruir ese peligro que pretende acabar con la civilización”.

La mecha del odio estaba prendida. Solo quedaba sentarse y esperar a que todo saltara por los aires...


Fuentes: 






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