martes, 29 de enero de 2019

LA RESPONSABILIDAD FRANQUISTA EN EL HOLOCAUSTO

FRANCO Y HITLER, EN HENDAYA, EL 23 DE OCTUBRE DE 1940. DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, EL RÉGIMEN Y SU PRENSA NO SOLO JUSTIFICARON, SINO QUE JALEARON LA PERSECUCIÓN DEL PUEBLO HEBREO...
Franco y Hitler, en Hendaya, el 23 de octubre de 1940: Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, el régimen franquista y su prensa no solo justificaron, sino que jalearon la persecución del pueblo hebreo... 

LA RESPONSABILIDAD FRANQUISTA EN EL HOLOCAUSTO.

HAN PASADO 74 AÑOS DESDE QUE SE ABRIERON LAS PUERTAS DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN NAZIS Y 43 DE LA MUERTE DE NUESTRO DICTADOR. ¿NO ES HORA YA DE CONTAR LA VERDAD Y DE RECORDAR LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ?

(Por Carlos Hernández)[1]


Este domingo pasado se celebró en todo el planeta el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. La fecha no fue elegida al azar. Fue un 27 de enero de 1945 cuando las tropas soviéticas liberaron la mayor factoría de la muerte de la Historia: el campo de concentración de Auschwitz.  Se realizaron, también en nuestro país, decenas de actos para recordar a quienes sufrieron en sus carnes las garras del nazismo. Políticos y simples ciudadanos estuvimos pensando en los millones de judíos exterminados y volvimo a maldecir a Hitler, a sus lugartenientes y a todos y cada uno de los europeos que hicieron suya la ideología nacionalsocialista.

Es bueno y necesario que sea así. La comunidad hebrea fue la principal víctima y los dirigentes de la Alemania nazi los mayores verdugos. “Principal víctima”, pero no la única; “mayores verdugos”, pero con numerosos cómplices. Por ello, sin restar protagonismo al genocidio judío, no deberíamos olvidar al resto de colectivos que estuvieron en el punto de mira del Reich: gitanos, soviéticos, polacos, homosexuales, testigos de Jehová… Una lista casi interminable en la que nosotros, especialmente, debemos incluir a más de 9.300 españoles y españolas que pasaron por los campos de la muerte de Hitler. Todos ellos provenían del entorno de la democracia republicana, liquidada por una sublevación militar respaldada por la Italia fascista y la Alemania nazi. Afortunadamente, cada año son más los municipios españoles que aprovechan el 27 de enero para homenajear no solo a los judíos, sino también a sus vecinos… A esos paisanos que sufrieron y/o murieron en campos de concentración como Mauthausen, Buchenwald, Dachau o Ravensbrück. Queda mucho por hacer, sobre todo a nivel estatal, pero hemos dado importantes pasos en el reconocimiento de estos compatriotas.

Otra cosa bien diferente es lo que ocurre cuando hablamos de los verdugos de aquel Holocausto. En esto no somos la excepción. Al resto de naciones europeas les ha costado y les cuesta reconocer su responsabilidad en aquellos crímenes. Francia no asumió públicamente hasta 1995 la culpabilidad de sus compatriotas colaboracionistas en la deportación de judíos a los campos de exterminio. Holanda, Bélgica o Ucrania siguen hoy minimizando la demostrada complicidad de buena parte de sus sociedades con los ocupantes alemanes. En Estados Unidos no quieren que se les recuerde el antisemitismo exhibido por no pocos políticos, empresarios y ciudadanos norteamericanos. Aún menos quieren oír hablar en Washington o en Nueva York de la ayuda prestada a Hitler para invadir Europa por algunas de sus multinacionales: la Standard Oil suministró el combustible que el líder nazi necesitaba para sus vehículos, made in USA, fabricados y vendidos por la Ford y por la General Motors. El remate, y nunca mejor dicho, lo firmó IBM poniendo sus equipos preinformáticos al servicio del Reich para elaborar los censos de judíos que facilitarían su exterminio.

Y en España… En España fue aún peor. Uno de los muchos capítulos que el franquismo borró de los libros de Historia fue su odio hacia los judíos y su complicidad no solo con el nazismo, sino también con el Holocausto. No mencionaré hoy las pruebas documentales que demuestran la responsabilidad directa de Franco en la deportación de aquellos 9.300 españoles a los campos de concentración, de los que 5.500 fueron asesinados. Esas evidencias han calado ya, afortunadamente, en buena parte de nuestra sociedad. En las vísperas del 27 de enero, lo que también tocó fue recordar la actitud del franquismo hacia los judíos.

PORTADA DEL DIARIO FALANGISTA ÁGUILAS. CÁDIZ, 1937
Portada del diario falangista Águilas. Cádiz, 1937.
La España de Franco se construyó, entre otras cosas, reivindicando la herencia antisemita de los Reyes Católicos. “Crearemos campos de concentración para vagos y maleantes; para masones y judíos (…) En territorio nacional no puede quedar ni un judío, ni un masón, ni un rojo”. Titulares como este, de un diario falangista de Cádiz en 1937, pudieron leerse durante toda la guerra contra la República. Tras triunfar la sublevación militar se cerraron las sinagogas y se prohibió a los judíos profesar su religión. Aunque la comunidad israelita era muy pequeña, en ciudades como Ceuta y Melilla donde sí tenía cierta visibilidad se produjeron ataques contra sus miembros. Las humillaciones más frecuentes fueron protagonizadas por falangistas que cortaban, en plena calle, los llamativos rizos que lucían en sus cabelleras los hombres y les obligaban a pasear por la vía pública mientras vaciaban sus intestinos debido a una forzada ingesta de aceite de ricino.

El nuevo régimen surgido tras la guerra no ocultaba su odio al judío y su respaldo a la “limpieza” emprendida por Hitler. Así lo verbalizó en numerosas ocasiones el propio Franco. Un buen ejemplo es su discurso de fin de año, pronunciado ocho meses después de la rendición republicana: “Ahora comprenderéis los motivos que han llevado a distintas naciones a combatir y a alejar de sus actividades a aquellas razas en que la codicia y el interés son el estigma que les caracteriza, ya que su predominio en la sociedad es causa de perturbación y de peligro para el logro de su destino histórico. Nosotros, que por la gracia de Dios y la clara visión de los Reyes Católicos, hace siglos nos liberamos de tan pesada carga, no podemos permanecer indiferentes ante esta nueva floración de espíritus codiciosos y egoístas”.

Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, el régimen y su prensa no solo justificaron, sino que jalearon la persecución del pueblo hebreo. Manuel Aznar, abuelo del expresidente del Gobierno, escribió en ABC poco antes del inicio de las deportaciones en Francia: “Legiones de judíos y de masones cayeron sobre el pueblo francés como sobre un botín inmenso y allí hicieron cebo y carne para sus apetitos”. Lógicamente, cuando se “limpió” París de esas “legiones” de malvados judíos, la reacción de la prensa del Movimiento, teledirigida desde la cúpula franquista, fue de euforia: “Si es la raza perseguida, es por la maldición divina que lleva encima (…) Esos judíos que en Francia, Grecia, Turquía, Italia y costas africanas preparan sus maletas, son un indicio de aquel viejo tesón español de no admitir jamás lo antiespañol y de reconocer solo lo español y cristiano”; “Era de esperar la resistencia de muchos judíos a mostrar la estrella de Sión y el descaro de otros que la exhibían con más insolencia que circunspección. Y la aspiración de otros de frecuentar medios y lugares en que repugnaba la presencia de una casta internacional que es la responsable de los males que afligen a Europa. Ha desenlazado todo esto en un programa gubernativo que se propone resolver con criterio riguroso, implacable, el problema de convivencia entre la población y el elemento hebreo (…) Hoy no me he topado en la calle ni en el Metro con ninguna estrella amarilla. Es un indicio, acaso una prueba, de que la eliminación responde a un designio definitivo e inapelable”.

El régimen conoció y aplaudió cada paso hacia el Holocausto final dado por las huestes de Hitler, tal y como se reflejaba en los discursos y en las informaciones dictadas por el servicio de propaganda franquista y publicadas en los diarios: “Esta Segunda Guerra Mundial, según la profecía del Führer, acabará con la raza judía”; “El gobernador de Varsovia ha publicado un decreto prohibiendo que los habitantes de los barrios judíos se mezclen con el resto de los habitantes de Varsovia. Este decreto ha sido muy bien acogido…”; “El barrio judío de París. Saint Antoine ha sido fumigado, desinfectado mediante la eliminación del censo israelita, el cual acaba de ser conducido a campos de concentración”. Eran los tiempos en que cerca de 50.000 españoles combatían en la División Azul bajo las órdenes del Führer. Los españolitos de a pie leían emocionados las crónicas de Andrés Gaytan, que viajaba con los divisionarios y escribía cosas como esta: “Cuando en alguno de los pueblos donde hemos descansado había judíos, se notaba la diferencia que existe entre esta raza y las demás”; “los judíos, que en su carne pagan todos los pecados de su estirpe maldecida, tienen una mirada tierna de perro apaleado cuando el soldado español no le maltrata sin motivos”.  

Mucho más graves que las palabras fueron los hechos. Franco cerró las fronteras e impidió la llegada de los judíos que intentaban escapar desde la Francia ocupada por los nazis. Salvo excepciones, el paso solo se permitió a aquellos que poseían un visado de entrada a Portugal. De hecho, el Gobierno franquista cesó y castigó a sus diplomáticos que, desobedeciendo sus órdenes, se dedicaban a salvar vidas. Así le pasó al cónsul español en Burdeos, Eduardo Propper de Callejón. Rescatar de la muerte a miles de judíos a los que entregó un visado español provocó su relevo, su envío al ingrato consultado de Larache en el norte de África y le imposibilitó de por vida ascender al cargo de embajador.

En Francia, mientras tanto, los diplomáticos españoles solo recibieron de Madrid dos instrucciones: por un lado, no inmiscuirse en la política de los dirigentes nazis y del Gobierno colaboracionista de Vichy; por otro, hacer las gestiones oportunas ante las autoridades para hacerse cargo de las propiedades y de los bienes que abandonaban los judíos de origen español tras ser deportados. El dinero sí interesaba, las personas no. Estos y el resto de cónsules y embajadores informaron puntualmente a Franco sobre el incremento en el ritmo de los asesinatos y de las deportaciones a los campos de concentración.

Algunos embajadores, como Miguel Ángel de Muguiro en Budapest, se apoyaron en un decreto aprobado durante la dictadura de Primo de Rivera que permitía a los judíos de origen sefardí acceder a la nacionalidad española. De Muguiro lo empleó como argumento para conceder pasaportes españoles a centenares de judíos, lo que le costó el puesto y su inmediata repatriación. Su sucesor, Ángel Sanz Briz, continuó con la misma estrategia: también incumplió las órdenes que llegaban de Madrid y logró salvar así a unas 5.000 personas.

Ese antiguo decreto habría permitido a Franco salvar de las cámaras de gas a decenas de miles de judíos. En enero de 1943, en pleno arranque de La Solución Final, Hitler envió una circular a todos sus aliados, entre los que se encontraba España. En ella les daba un plazo de tres meses para “repatriar a sus judíos” de la Europa ocupada. En caso de no hacerlo, no había que ser muy listo para saber que su destino serían los campos de trabajo y/o exterminio. La respuesta que llegó desde Madrid fue de un absoluto desinterés, tal y como reflejaron en sus informes los diplomáticos alemanes. Tanto fue así que el Ministerio de Asuntos Exteriores franquista exigió a sus diplomáticos que se interesaran “solo por aquellos judíos de INDISCUTIBLE nacionalidad española”. Centenares de familias, cuyos ancestros provenían de la Península, acudieron en vano a nuestras sedes diplomáticas para pedir un pasaporte o un salvoconducto que les habría conducido hacia la vida. El resultado final fue desolador. Miles de sefardíes, 50.000 solo de la ciudad de Salónica, acabaron en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau como consecuencia de esta meditada y premeditada inacción del Gobierno franquista.

BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO.—BURGOS 4 DE OCTUBRE DO 1937.—NÚMERO 349
BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO (BOE). Burgos 4 de octubre do 1937. Número 349: En este Decreto número 376, el golpista Francisco Franco daba muestras de su sincera amistad y lealtad hacia Adolf Hitler en plena Guerra Civil, como agradecimiento por los bombardeos nazis sobre la población civil española. En dicho boletín, Franco firmó estas palabras:

"
En el primer aniversario de mi Exaltación a la Jefatura del nuevo Estado Español y al Mando Supremo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire; y como signo leal y firme a la amistad de los pueblos que, en esta hora trágica y gloriosa de nuestra Cruzada contra la barbarie, nos honraron con su reconocimiento sincero y amistad generosa,

Vengo en disponer:
Articulo único. Se concede el título de Gran Caballero y el Collar de la Gran Orden Imperial de las Flechas Rojas al Fuhrer Canciller de la Nación alemana Adolfo Hitler. Dado en Burgos a primero de octubre de mil novecientos treinta y siete. Segundo Año Triunfal"..
. [2]



En los momentos finales de la guerra, cuando ya se daba por segura la derrota de Hitler, Franco giró hacia los Aliados para intentar garantizar su supervivencia. Desde aquel mismo momento y durante los cuarenta años de dictadura los jerarcas del régimen se ocuparon de destruir la documentación que les señalaba como cómplices directos del nazismo. Tuvieron cuatro décadas para realizar ese trabajo y para reescribir una historia manipulada que continuamos estudiando las generaciones que crecimos en democracia.

Han pasado 74 años desde que se abrieron las puertas de los campos de concentración nazis y 43 de la muerte de nuestro dictador. ¿No es hora ya de contar la verdad y de recordar lo que realmente sucedió? ¿No es hora de señalar con el dedo a Franco cada Día del Holocausto?

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[1] Artículo actualizado.
[2] Nota a pie de imagen de la Asociación para la Recuperación de la Justicia y la Memoria Histórica "Jerez Recuerda".



Fuentes: 




jueves, 24 de enero de 2019

CHARLA-DEBATE SOBRE LOS SUCESOS DE "LA MANO NEGRA" DE JEREZ

EL ACTO INAUGURA EL CICLO "FORO PARA EL DEBATE Y EL CONOCIMIENTO" QUE TENDRÁ LUGAR ESTE AÑO EN PUERTO REAL.

CHARLA-DEBATE SOBRE LOS SUCESOS DE "LA MANO NEGRA" DE JEREZ.

EL ACTO INAUGURA EL CICLO "FORO PARA EL DEBATE Y EL CONOCIMIENTO" QUE TENDRÁ LUGAR ESTE AÑO EN PUERTO REAL.

La organización del evento está a cargo de la "Biblioteca José Luis García Rúa" y de la Confederación Nacional del Trabajo, adherida a la Asociación Internacional de Trabajadores (C.N.T. - A.I.T.), de Puerto Real, quienes han anunciado públicamente que tendrá lugar a las 19:00 horas de este viernes, 25 de enero, en el número 18 de la Calle San Francisco de dicha localidad, con el título "Los sucesos de Jerez 1882. La Mano Negra"


Fuente: 



miércoles, 16 de enero de 2019

GARCÍA LORCA Y BLAS INFANTE: LOS REFERENTES DEL NUEVO PRESIDENTE DE ANDALUCÍA QUE SIGUEN ENTERRADOS EN FOSAS COMUNES.

Tanto Federico García Lorca como Blas Infante fueron asesinados por los golpistas de Franco. Moreno Bonilla también apeló a exiliados del franquismo como Antonio Machado, Pablo Picasso, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez o María Zambrano...
Tanto Federico García Lorca como Blas Infante fueron asesinados por los golpistas de Franco. Moreno Bonilla también apeló a exiliados del franquismo como Antonio Machado, Pablo Picasso, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez o María Zambrano...

GARCÍA LORCA Y BLAS INFANTE: LOS REFERENTES DEL NUEVO PRESIDENTE DE ANDALUCÍA QUE SIGUEN ENTERRADOS EN FOSAS COMUNES.

EL LÍDER POPULAR NOMBRA COMO EJEMPLOS "DE LA TIERRA" A ASESINADOS POR EL FRANQUISMO PERO SE HA COMPROMETIDO EN UN DOCUMENTO CON VOX, SUSTITUIR LA LEY DE MEMORIA HISTÓRICA POR UNA DENOMINADA DE "CONCORDIA".

Juan Manuel Moreno Bonilla apela a Federico García Lorca y Blas Infante como ejemplo de andaluces ilustres. Y lo son. Y sus cuerpos siguen tirados en fosas comunes del régimen franquista. El poeta en Granada, el "Padre de la Patria Andaluza" en Sevilla. Y Juan Manuel Moreno Bonilla, futuro e inminente presidente andaluz, que quiere sustituir la ley de Memoria Histórica por una de "concordia" en virtud a un acuerdo firmado con Vox para obtener sus votos en su investidura.

El discurso en la sesión de investidura del líder popular, Juan Manuel Moreno Bonilla, se ha visto enredado en una paradoja: acude al ejemplo de quienes fueron ejecutados por los golpistas de Franco, y, al mismo tiempo, ignora que sigan enterrados en una cuneta. Cita a referentes republicanos. Pero no hace ni una sola mención el deber de memoria en relación a las víctimas de la dictadura.

Moreno Bonilla también citó a otras personalidades de conocida filiación de izquierdas y republicana. Como a exiliados, caso de María Zambrano, del pintor universal Pablo Picasso o del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez. O del poeta comunista Rafael Alberti. Y de Antonio Machado, muerto y enterrado en Colliure (Francia) tras huir del terror fascista.

La paradoja llega a más porque hay que recordar que la Junta de Andalucía tiene aprobadas sendas intervenciones arqueológicas para  tratar de localizar los huesos del poeta Federico García Lorca y de Blas Infante. En ambos casos, los trabajos están pendientes de asignación presupuestaria y estarán en manos de decisiones del nuevo Gobierno. ¿Dará dinero el Gobierno de Moreno Bonilla para buscar los restos óseos de estos andaluces ilustres a los que cita como referentes? 

Hasta ahora, y tras el pacto con la extrema derecha de Vox, la única noticia sobre Memoria Histórica es la  anunciada derogación del marco legal que protege y repara a las víctimas andaluzas del franquismo. En concreto, ha hablado de la "modificación" de la ley memorialista para transformarla en una ley de Concordia de la que no se conoce articulado ni intenciones. De hecho, ante las dudas que genera, las  víctimas del terrorismo franquista ya están plantando cara a la extrema derecha.


“Hoy es siempre todavía”


Federico García Lorca fue ejecutado por los franquistas por sus ideas y por ser homosexual. Los fascistas le dieron "dos tiros en el culo por maricón", dijo uno de sus verdugos, al "desaparecido más llorado del mundo", como señala el hispanista  Ian Gibson. Y Blas Infante fue detenido y fusilado por dar forma al armazón ideológico del andalucismo, incluida la simbología: el himno, la bandera y el escudo de Andalucía que hoy usa la comunidad autónoma.

Al final del discurso llegó la referencia al poeta Antonio Machado con uno de sus versos: “hoy es siempre todavía”. Las citas republicanas de Moreno Bonilla no se quedaron ahí. Porque será, dijo, el presidente “de la tierra que vio nacer” a exiliados tras la guerra civil que provocó el fascismo como Pablo Picasso, Juan Ramón Jiménez o Alberti. Y María Zambrano, Premio Príncipe de Asturias (1981) y la primera mujer en recibir el Premio Cervantes (1988) que pisó en su largo éxodo París (Francia), Nueva York (EEUU), La Habana (Cuba), México, Puerto Rico… y Roma (Italia).

Moreno Bonilla los ha nombrado a todos en el Parlamento de Andalucía pero no ha dedicado ninguna frase al derecho a la verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición que exigen organismos internacionales como  Naciones Unidas

Queda por ver si Moreno Bonilla acatará, como nuevo presidente andaluz, la búsqueda de los desaparecidos forzados. Como sus referentes Lorca y Blas Infante. Los huesos del poeta están en Alfacar junto al maestro republicano Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Los del Padre de la Patria Andaluza en el cementerio sevillano, en la fosa de Pico Reja junto a otro millar de víctimas del franquismo.


Fragmento del discurso de Moreno Bonilla


"Si soy elegido presidente de la tierra que vio nacer a Blas Infante, a Juan Ramón Jiménez, a María Zambrano, a Pablo Picasso, a Romero de Torres, a Carmen de Burgos, a los hermanos Machado, a Rafael Alberti, a Federico García Lorca y a Ignacio Sánchez Mejías, a Vicente Aleixandre, a Manuel de Falla, a Paco de Lucía… si soy elegido presidente de esta tierra, trabajaré sin descanso contra los tópicos y las etiquetas, para reivindicar el orgullo de ser andaluz en una España unida, fuerte y próspera".


Fuente: 


miércoles, 9 de enero de 2019

LA CRÍTICA DE GEORGE ORWELL AL "MEIN KAMPF" DE ADOLF HITLER Y SU VERTIGINOSA ACTUALIDAD.

Edición Hurst y Blackett de "Mein Kampf" de 1939. En marzo de 1940, 5 y 9 años antes, respectivamente, de sus obras más famosas, Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), George Orwell publicó una crítica al Mein Kampf (1925) de Adolf Hitler. En ella, analiza la figura del führer y sus ambiciones...
Edición Hurst y Blackett de "Mein Kampf" de 1939. En marzo de 1940, 5 y 9 años antes, respectivamente, de sus obras más famosas, 'Rebelión en la granja' (1945) y '1984' (1949), George Orwell publicó una crítica al 'Mein Kampf' (1925) de Adolf Hitler. En ella, analiza la figura del führer y sus ambiciones...

LA CRÍTICA DE GEORGE ORWELL AL "MEIN KAMPF" Y SU VERTIGINOSA ACTUALIDAD.

ANTE LOS VIENTOS DE INTOLERANCIA POLÍTICA QUE SOPLAN ACTUALMENTE EN ANDALUCÍA Y EN EUROPA, SE HACE NECESARIO RECORDAR EL ARTÍCULO CON DICHA RESEÑA. 

(Por Javier Raya)


Hitler no es sólo la caricatura del mal, sino un personaje cuyo atractivo también ha marcado los parámetros morales e ideológicos desde la Segunda Guerra Mundial, aspecto que George Orwell supo notar y analizar oportuna e impecablemente.

Mein Kampf es el famoso best-seller de Hitler. Fue escrito mientras estuvo en prisión, como todos sabemos, pero no todos saben que su título original era "Cuatro años y medio (de lucha) contra las mentiras, la estupidez y la cobardía". Flaco favor fue el de Max Amann, editor del manuscrito, al sugerir una reducción del título al muy comercializable: "Mi lucha".

La lectura de memorias militares tiene una historia honrosa: la historia de la campaña en las Galias de Julio César, la poesía de Garcilaso, pasando por las cartas de Napoleón hasta los ensayos de Churchill y los análisis políticos de Fidel Castro, la pluma y la espada han estado estrechamente ligadas en la historia. Y, como ocurre en muchos ámbitos, Hitler es una notable excepción a todo lo que creemos saber sobre algo.


George Orwell
George Orwell.
El trabajo crítico de George Orwell al trabajar sobre Mein Kampf no es el de "ver cuánto corta la espada en un vencido", como diría Garcilaso (la reseña es de 1940 así que, estrictamente, Hitler no era el gran vencido de la Segunda Guerra Mundial todavía, sino el triunfante caudillo de la Primera), o el de burlarse impunemente de la impericia técnica de su autor: Orwell logra una lúcida lectura sobre la amenaza real de que un individuo cuya mente no evoluciona a lo largo del tiempo, como la de Hitler, dirija una poderosa maquinaria de guerra sin inmediata oposición (y, de paso, nos pone a pensar que la reseña, como forma específica de escritura, no tiene por qué ser este comentarismo de ocasión de nuestros días).

El "carisma" que muchos comentaristas posteriores asocian a la pervasividad del ideario hitleriano, en Orwell se maneja como "atractivo", y sus fuentes son trazadas hacia un malestar común: el nazismo, finalmente, fue también un proyecto moderno desbancado, pero no sustituido finalmente por el socialismo, sino por el capitalismo, un modelo cuya crueldad es acaso más sofisticada que la del nazismo, pues donde el nacionalsocialismo tenía un rostro identificable, impreso en todos los estandartes, el capitalismo tiene solamente albaceas, prestanombres y delegados temporales.

El tema de la maldad, asociado generalmente a la figura de Hitler, tiene demasiado de caricatura, de trazo grueso: es la satisfacción histórica de haber encontrado al culpable, al enemigo perfecto, aquel que, paradójicamente, habría de darnos la medida y el rumbo de nuestra acción, o que funcionaría al menos como una anti-brújula ideológica. Pero la realidad no se construye con buenos y malos: Orwell sabe muy bien que la narrativa bajo la que Hitler planeó un Reich de mil años es básicamente la misma que vemos una y otra vez en el cine de Hollywood:


"Él es el mártir, la víctima, Prometeo encadenado a la roca, el héroe esforzado que combate a puño limpio con todo el mundo en su contra. Si fuese a matar a un ratón, sabría cómo hacerlo ver como un dragón. Uno siente, como con Napoleón, que está luchando contra el destino, que no puede ganar, aunque lo merezca".


"1984", en este sentido, puede leerse menos como una "novela distópica" que como un análisis de lo que sería una "dictadura sin héroes" o sin caudillos: algo muy similar al tipo de régimen que vivimos en el capitalismo tardío, con libertades liberales y crueldades estructurales, además de con una inconsistencia semántica donde "libertad" significa un eufemismo para el poder expansionista de Estados Unidos. "1984" no es una parodia del nazismo: el capitalismo lo es.


La reseña:


Reseña de Mein Kampf de Adolf Hitler. Por George Orwell.
Reseña de Mein Kampf de Adolf Hitler. Por George Orwell.

<<Es un signo de la velocidad a la que van los eventos el que la edición sin censura de Mein Kampf de Hurst y Blackett, publicada hace sólo un año, sea editada desde un ángulo pro-Hitler. La intención obvia del traductor del prefacio y las notas es de atenuar la ferocidad del libro y presentar a Hitler en la manera más gentil posible. Pues en ese tiempo Hitler todavía era respetable. Había aplastado al movimiento obrero de Alemania, y por ello, las clases dominantes estaban dispuestas a perdonarle casi cualquier cosa. Tanto la izquierda como la derecha estaban de acuerdo en la muy frívola noción de que el Nacionalsocialismo no era sino una mera versión de Conservadurismo.

Luego resultó que, después de todo, Hitler no era tan respetable. Como resultado de esto, la edición de Hurst y Blackett fue reimpresa en una nueva cubierta explicando que todas las ganancias serían entregadas a la Cruz Roja. Sin embargo, simplemente por la evidencia interna de Mein Kampf, es difícil creer que se ha efectuado algún cambio real en las opiniones y objetivos de Hitler. Cuando uno compara sus declaraciones de hace poco más de un año con las de hace quince años, nos sorprende la rigidez de su mente, la forma en que su visión de mundo no se desarrolla. Es la visión fija de un monomaníaco sin probabilidades de verse afectada por las maniobras temporales de la política del poder. Probablemente en la mente de Hitler, el pacto ruso-germano no representa sino un ligero retraso temporal. El plan vertido en Mein Kampf era el de aplastar primero a Rusia, con la intención implícita de aplastar a Inglaterra después. Ahora, según parece, hay que lidiar primero con Inglaterra, porque Rusia era, de los dos, el más fácil de engañar. Pero el turno de Rusia llegará cuando Inglaterra desaparezca del mapa –eso, sin duda, según Hitler. El hecho de que los eventos se den así es, por supuesto, una cuestión aparte.

Supongan que el plan de Hitler pueda llevarse a cabo. Lo que él imagina, en el lapso de unos 100 años, es un Estado conformado por 250 millones de alemanes con mucho "espacio disponible" (i.e., extendiéndose hasta Afganistán o sus inmediaciones), un horrible imperio sin cerebro donde, esencialmente, nada ocurre, salvo el entrenamiento de jóvenes para la guerra y la crianza interminable de nueva carne de cañón. ¿Cómo fue capaz de organizar esta visión monstruosa? Es fácil decir que en una fase de su carrera, lo financiaban los grandes empresarios, quienes vieron en él al hombre que aplastaría a los socialistas y comunistas. No le habrían dado su apoyo, sin embargo, si no hubiera creado para entonces un gran movimiento. De nuevo, la situación de Alemania con sus siete millones de desempleados, obviamente era favorable para demagogos. Pero Hitler no podía haber salido triunfante contra sus muchos rivales si no hubiera sido por la atracción de su propia personalidad, la cual uno puede sentir incluso en las torpes páginas del Mein Kampf, y que sin duda es arrolladora cuando uno escucha sus discursos… El punto es que hay algo profundamente atractivo en él. Uno vuelve a sentirlo al ver sus fotografías –y recomiendo especialmente la fotografía al inicio de la edición de Hurst y Blackett, que muestra a Hitler en sus días tempranos de “camisa parda”. Es un rostro patético, perruno, el rostro de un hombre sufriendo injusticias intolerables. De un modo mucho más masculino, reproduce la expresión de innumerables pinturas de Cristo crucificado, y hay poca duda de que así es como Hitler se ve a sí mismo. Sobre la primera y muy personal causa de su agravio contra el Universo sólo podemos especular; pero en cualquier caso, el agravio está ahí. Él es el mártir, la víctima, Prometeo encadenado a la roca, el héroe esforzado que combate a puño limpio con todo el mundo en su contra. Si fuese a matar a un ratón, sabría cómo hacerlo ver como un dragón. Uno siente, como con Napoleón, que está luchando contra el destino, que no puede ganar, aunque lo merezca. El atractivo de una postura tal es, por supuesto, enorme; la mitad de las películas que uno ve abordan tales temas.

También ha rozado la falsedad de la actitud hedonista hacia la vida. Casi todo el pensamiento occidental desde la última guerra, ciertamente todo el pensamiento “progresista”, ha asumido tácitamente que los seres humanos no desean otra cosa que el alivio, la seguridad y el evitar el dolor. En tal visión de la vida no hay lugar, digamos, para el patriotismo o las virtudes militares. El socialista que ve a sus hijos jugar con soldados suele molestarse, pero no es capaz de pensar en un sustituto para los soldaditos de hojalata; difícil pensar en pacifistas de hojalata. Hitler, puesto que en su mente incapaz de alegría lo siente con excepcional fuerza, sabe que los seres humanos no solamente desean confort, seguridad, pocas horas de trabajo, higiene, planificación familiar y, en general, sentido común; también desean, al menos de manera intermitente, lucha y autosacrificio, sin mencionar redobles, banderas y demostraciones públicas de lealtad. Sin embargo, pueden ser como las teorías económicas; el fascismo y el nazismo son mucho más profundo psicológicamente que cualquier concepción hedonista de la vida. Lo mismo  es probablemente cierto sobre la versión militarizada del socialismo de Stalin. Los tres grandes dictadores han alcanzado el poder imponiendo cargas intolerables a sus pueblos. A pesar de que el socialismo, y el capitalismo incluso a regañadientes, hayan dicho a sus pueblos “te ofrezco un buen rato”, Hitler les ha dicho “te ofrezco lucha, peligro y muerte”, y como resultado toda una nación se postró a sus pies. Tal vez más adelante se harten de ello y cambien de opinión, como al final de la última guerra. Luego de unos años de carnicería y hambruna “La mayor felicidad del mayor número” es un buen eslogan, pero en este momento “Mejor un fin con horror que un horror sin fin” es el ganador. Ahora que luchamos contra el hombre que lo acuñó, no deberíamos subestimar su atractivo emocional.

George Orwell. Marzo, 1940

De "Ensayos Completos: Periodismo y Cartas" de George Orwell, Volumen 2, editado por Sonia Orwell e Ian Angus, copyright 1968 por Sonia Brownell Orwell. Reimpreso con permiso de Harcourt Brace Jovanovich Inc.>>.