Sirvieron para presentar el libro “Memoria rota. República, Guerra Civil y represión en Rota”, que documenta la represión golpista en la localidad, y para conocer documentalmente a los autores de los abusos y violaciones de los derechos humanos cometidos por los golpistas en el área territorial que comprenden las villas de El Puerto de Santa María, Rota y Chipiona y parte de la Sierra de Cádiz.
Entre el 23 y el 27 de agosto el punto de encuentro provincial para los investigadores y las asociaciones de recuperación de la memoria histórica se trasladó esta vez al Palacio Municipal Castillo de Luna de Rota en ocasión de la celebración de las IV Jornadas de Memoria Histórica de dicha población, organizadas por la Asociación Memoria Histórica de Rota con un eje fundamental que giraba en torno al libro “Memoria rota. República, Guerra Civil y represión en Rota” elaborado entre varios autores e historiadores de la provincia gaditana.
Según Mercedes Rodríguez, Presidenta de la Asociación Memoria Histórica de Rota, el dinero sacado de la recaudación de la venta de dicha obra, así como de la del documental que se presentó también en estas jornadas pasadas, será destinado para una futura exhumación que será llevada a cabo en el cementerio de Puerto Real, posiblemente en colaboración con la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, Política y Social de Puerto Real.
Hemos de recordar que en la noticia dada en este mismo medio el pasado día 28 de junio de 2009, sobre un acto de homenaje a las víctimas del golpismo en Puerto Real, se informaba que el representante de la Asociación puertorrealeña, Francisco Aragón, comunicó la ejecución de una pasada prospección acometida por arqueólogos de la Universidad de Málaga, la cual fue infructuosa en parte debido a que, tras la ejecución de más de cuarenta catas de dos metros de profundidad por dos de ancho en un ángulo determinado de las afueras del cementerio de Puerto Real, no se llegó a encontrar nada. Sin embargo, a este frustrado intento por encontrar en un primer lugar restos de personas asesinadas, se ha añadido el interés suscitado por el informe elaborado por dicho equipo de arqueólogos según el cual se ha detectado señales de movimientos de tierra, captadas por las ondas electromagnéticas emitidas por georádar, en una de las calles del mencionado cementerio, lo que podría ratificar la idea de la existencia de una fosa con restos de víctimas de la represión golpista de llevarse a cabo con éxito una nueva cata de un metro por un metro por parte de los arqueólogos de la Asociación puertorrealeña.
Tanto el libro como el video documental contaron con importantes colaboraciones, como es el caso de Felipe Benítez Reyes, prologuista del trabajo escrito, o bien de Luis García Montero, que cede su voz en el documental elaborado a base de algunas reseñas históricas sobre el golpe de estado y la represión en Rota y, especialmente, de testimonios orales de los familiares, amigos y vecinos de las víctimas que actuaron como improvisados testigos de la represión en Rota y en parte de la provincia de Cádiz.
En cuanto a la elaboración de la obra impresa, ésta ha sido fruto del trabajo en equipo de una serie de investigadores que, desde diversas perspectivas han trabajado de alguna manera ciertas facetas de la represión golpista en la localidad roteña. De este modo, observamos que las aportaciones de cada autor se complementan para dar forma definitiva a un trabajo anhelado desde hacía varios años por todas las personas involucradas en el mismo, haciendo que la historia roteña contemporánea acoja como un referente importante y documentado esta obra de obligada lectura para todas aquellas personas interesadas en el conocimiento de la historia contemporánea en general y, especialmente, en el de los antecedentes, desarrollo y consecuencias del golpe de estado de julio de 1936 en la villa de Rota y la de la represión ejercida en la zona a causa del plan de exterminio que los golpistas aplicaban como parte intrínseca de su estrategia de ocupación militar a través de diversos métodos de aplicación del terror sobre la población civil.
Las tres partes implicadas en la elaboración de este libro, Ayuntamiento de Rota –representado por Antonio Alcedo González, teniente de alcalde y delegado del Área de Gobernación del Ayuntamiento de Rota-, Asociación Memoria Histórica de Rota y los propios autores –Mercedes Rodríguez, Pedro P. Santamaría, Fernando Romero y Jesús Núñez (los dos últimos ausentes por motivos de viajes)- y el prologuista del libro, Felipe Benítez Reyes, coincidieron el pasado domingo 23 de agosto en afirmar la importancia del trabajo y el apoyo recibido para la confección de esta obra. Por otro lado, también se agradeció la asistencia del numeroso público que acudió a la primera cita de estas jornadas en un número cercano a los tres centenares de personas; un número que apenas descendió a lo largo de los tres días restantes que quedaban para el desarrollo de estas IV Jornadas de Memoria Histórica de Rota.
Día 25 de agosto: “Falangistas, héroes y matones. Fernando Zamacola y los Leones de Rota”
Se puede decir que una de las fechas emblemáticas de estas IV Jornadas de Memoria Histórica de Rota, fue la del 25 de agosto, fecha señalada para el comienzo de un ciclo de conferencias que fue inaugurado por el prolífico investigador Fernando Romero Romero quien centró su intervención en la figura de Fernando Zamacola Abrisqueta y en la centuria que organizó junto con otros individuos de Falange, los "Leones de Rota”.
En todo momento, este historiador natural de Villamartín -autor de varios libros de historia y de la represión golpista en su localidad, y de la de otras poblaciones de la serranía de Cádiz, miembro del Grupo de Investigación Patrimonio Documental y Bibliográfico de Andalucía y América, así como de la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía y del equipo técnico del proyecto “Todos los Nombres”-, subrayó que la información encontrada sobre Fernando Zamacola y sobre los Leones de Rota procedía de la "propia documentación generada por la administración franquista y por el aparato jurídico militar de los golpistas sublevados en julio de 1936”.
Según los datos ofrecidos por el conferenciante, Fernando Zamacola fue exaltado en vida y en muerte por la prensa y el aparato propagandista franquistas como un héroe de guerra y un prototipo de nueva nobleza; exaltación propagandista que, desde nuestro punto de vista, se contradiría con la tenebrosa realidad de la propia historia de los hermanos Zamacola, y la de la creación, evolución y desenlace de la centuria falangista denominada “Leones de Rota”; historia, por cierto, que poco le importó al propagandista oficial del golpe, José María Pemán, al justificar en un artículo de prensa el nombre dado al Hospital de Cádiz en los años 50 –veinte años después de su fallecimiento- en honor a este “héroe” de guerra con perfil de genocida.
Ahondó un poco más el historiador en su discurso, resaltando en su ponencia el carácter de la documentación hallada y la génesis de la historia de los Zamacola y la de los Leones de Rota:
“Esa imagen del héroe, del noble, del poeta... se cae completamente por tierra cuando se aborda a la figura de este personaje con un criterio objetivo, con un criterio historiográfico; manejando, no la leyenda ni la propaganda, sino lo que nos dice la documentación que creemos que puede ser la más objetiva. Y es la documentación creada por la propia Administración franquista... se trata de una investigación que se hace desde el propio régimen sobre quiénes son sus servidores, porque hay una serie de actuaciones oscuras que hay que aclarar...”
Entre esta serie de actuaciones oscuras que se les atribuye a los Zamacola y a los Leones de Rota, existen hechos documentados como el asesinato de civiles, incluidos mujeres y niños, la ejecución extrajudicial de prisioneros de guerra, la violación, el robo, el saqueo, amenazas y extorsión. Todo un cúmulo de acciones que no fueron más que el colofón del historial bronquista y facineroso que tanto Fernando Zamacola como su hermano Domingo poseían, al igual que un numero bastante significativo de miembros que componían la centuria Leones de Rota, siendo todos ellos presos comunes del Penal de El Puerto de Santa María liberados por los golpistas para enrolarlos en el grueso de las filas de dicha centuria.
El mismo conferenciante dio datos sobre la actuación y la trayectoria personales de Fernando Zamacola antes de que éste se trasladara con su padre y sus hermanos a El Puerto de Santa María, pues procedían de Galicia, y comunicó la existencia de un informe de la Guardia Civil de principios de los años 30, según el cual antes de la instauración de la II República fue autor de un atraco a mano armada en Galicia. Del mismo modo, y durante el período de la II República, la Policía de El Puerto de Santa María había elaborado un informe sobre los antecedentes de este individuo por tenencia ilegal de armas y por haber sido arrestado en 1935 por borrachera, por escándalo público, por estafa y por pelea con un guardia municipal.
A medida que el historiador aportaba datos sobre los Zamacola, más sorprendía al público asistente la historia de estos personajes y la falta de escrúpulos que llegaron a tener a la hora de conseguir sus objetivos y ambiciones. No fue extraño, por tanto, que informara que Fernando Zamacola había ingresado en la CNT para intentar -según declaraciones de él mismo firmadas de su puño y letra ante un juez instructor militar- acabar con los problemas que tenía su padre con los obreros por su condición de contratista y patrono. Al ver que no podía hacer nada desde la CNT por ayudar a su padre, y actuando siempre como un topo, abandonó el sindicato y se afilió a Falange Española entre finales de 1933 y principios de 1934, convirtiéndose posteriormente en uno de los 16 o 17 “camisas viejas” que poseía el reducido número de la Falange portuense cuando sobrevino el golpe de estado de julio de 1936.
En cuanto a su hermano, Domingo Zamacola, también había pertenecido a organizaciones de izquierdas antes de llegar a ser el Jefe Local de la Falange portuense. Por otro lado, Alejandro Zamacola, había estado afiliado al Partido Comunista y arrestado en una ocasión a causa de una pegada de carteles ilegales en la plaza de toros de El Puerto de Santa María. Todo ello, fue expuesto de forma ordenada por el autor de “Falangistas, héroes y matones. Fernando Zamacola y los Leones de Rota” otorgando a la asistencia toda una serie de detalles e informaciones relativamente novedosas acerca de los Zamacola y de los Leones de Rota, gracias a la documentación estudiada por él mismo, especialmente la relacionada con la del Archivo del Tribunal Militar Territorial Nº 2 de Sevilla.
En cuanto a la creación del primer núcleo inicial de los Leones de Rota, éste estaba formado por los pocos “camisas viejas” existentes en la ciudad portuense más el resto de los presos comunes liberados del Penal de el Puerto de Santa María, quienes formaron la primera escuadra armada de Falange, realizando una de sus primeras acciones armadas en la villa de Rota, cuando se trasladaron en dos camiones desde El Puerto de Santa María para consolidar el golpe de estado que un día antes había dado la Guardia Civil en la localidad bajo las órdenes del teniente de la Guardia Civil Alfredo Fernández.
“Manuel Almendro López era cartero y había sido varias veces expedientado en el trabajo por irregularidades que había cometido. Según información de la Policía franquista de El Puerto de Santa María, se le acusaba de haber robado los fondos de las Conferencias de San Vicente de Paúl, una asociación benéfica caritativa católica en El Puerto de Santa María. Y antes de afiliarse a Falange había pertenecido a un partido monárquico que era Renovación Española. Él fue nombrado primer Jefe de Escuadra, que salió con fusil en mano del Penal de El Puerto de Santa María, al frente del primer núcleo de falangistas armados de El Puerto.
Con ellos venía también Rafael Antequera Martínez, un sevillano que había pertenecido también a la CNT, y que estaba detenido por un delito común... por hacer una travesía ilegal como polizón; lo habían pillado en el barco y estaba preso en ese momento en el Penal de El Puerto y terminó convirtiéndose en uno de los brazos derechos de Fernando Zamacola.
O gente como Ramiro Blanco, que era un antiguo militante de la CNT, que había robado los fondos del sindicato de la CNT de Badalona, con lo cual se fue del sindicato con el dinero debajo del brazo, robándolo. Después se vino a vivir a Barbate, donde había un sindicato de marineros, donde robó también los fondos que tenía el sindicato de marineros, y en El Puerto de Santa María también robó los pocos fondos que tenía la Sociedad Filarmónica Portuense...”
Continuó Fernando Romero ilustrándonos sobre la identidad de los presos comunes que formaron parte de los Leones de Rota tras ser liberados del Penal de El Puerto por Mora-Figueroa y demás golpistas de julio de 1936. De esta manera nos mostró la personalidad y condición de Juan Carrascosa Rosa quien salió como falangista armado del mencionado penal y que estuvo en los Leones durante todo el período en el que se mantuvo la centuria actuando. Cuando se disuelve la centuria a mitad de la guerra, es integrado en una unidad militar, desertando posteriormente y llevándose los fondos del regimiento. Tras este robo se echa al monte “como un cuatrero”, y con una serie de familiares suyos por la sierra de Jaén, hasta que la Guardia Civil lo captura a mediados de los años 40 y lo someten a un consejo de guerra de donde sale condenado a muerte por ladrón y posteriormente fusilado en el cementerio de Jaén.
Aparte de los “camisas viejas” y los delincuentes comunes mencionados, el ponente continuó desglosando la heterogénea procedencia del resto de los hombres que formaron parte de la centuria “Leones de Rota”. De esta manera, Fernando Romero explicaba que otra parte importante del grueso de dicha centuria era la referida a las afiliaciones procedentes de los partidos de derecha o de orden, como los partidos republicanos de derecha, los partidos monárquicos –ejemplo de Renovación Española-, o los partidos accidentalistas como Acción Popular, o la CEDA de Gil Robles.
Contrastando con todo lo anterior, el conferenciante informó que hubo también un gran número de militantes y activistas de izquierdas que se vieron obligados a afiliarse a Falange y a nutrir la centuria de los Leones de Rota, por un lado, por miedo ante las matanzas que se estaban llevando a cabo de militantes de izquierdas, y en segundo término, por amenazas directas hacia ellos por parte de los dirigentes falangistas locales de El Puerto y Rota: tenían que elegir estos izquierdistas entre afiliarse a Falange o ser asesinados... Entre los casos que el historiador documentó, resaltó algunos nombres de izquierdistas conocidos, como José Serrano Reyes, quien había pertenecido a la Junta Directiva del sindicato de jornaleros que existía en Rota; o como el caso de Emilio Caballero González, quien había sido concejal republicano de la corporación del Frente Popular de febrero de 1936 y quien, tras su detención por los golpistas el 21 de julio de 1936, salió en diciembre de ese mismo año del Penal de El Puerto de Santa María “con camisa azul y directamente para el frente de Málaga”; o como Antonio Lucero Manzanero, que había pertenecido al Partido Comunista y había estado recluido en el Penal de El Puerto y obligado a enrolarse en los Leones de Rota.
Sobre este núcleo de activistas de izquierdas que nutrían a la columna de Zamacola, se llegó a rumorear, según explicaba el investigador, que hubo una deserción en masa por parte de ellos cuando se encontraban en el frente de Córdoba, pasándose al lado del Ejército republicano y contradiciendo esta información con la versión oficial franquista que argumentaba que fueron las tropas republicanas quienes diezmaron a la centuria de Zamacola cuando fueron capturados un número muy importante de sus miembros.
Cuando regresaron del frente, una vez terminada la guerra, y tras haber ingresado en diferentes unidades militares franquistas cuando se disolvieron los Leones de Rota, los izquierdistas de la centuria de Zamacola que no habían muerto, son “denunciados por sus antecedentes izquierdistas; son investigados y condenados a varios años de cárcel en el Penal de El Puerto de Santa María”.
Centrándose el ponente en las acciones de los Leones de Rota, continuó amenizando y asombrando al público con una información llena de novedades historiográficas sobre el asunto y subrayó que “por donde quiera que pasara esta mezcolanza de delincuentes comunes, de gente procedentes de organizaciones de derecha (gente ‘de orden’ de toda la vida) y militantes de izquierda que no tuvieron otra opción que afiliarse... fueron dejando un reguero de sangre, de muerte y de violencia que iba desde el asesinato hasta el robo o la violación...”
Un ejemplo documentado de estos desmanes de los falangistas de Zamacola se centra en el caso de la aldea de Benamahoma, donde fueron asesinadas entre 50 y 70 personas, según declaraciones de los propios asesinos ante un juez instructor militar que tuvo que abrir unas diligencias previas para investigar una denuncia realizada contra el que fue comandante de puesto de Benamahoma durante 1936, el cabo de la Guardia Civil Juan Vadillo Cano, y formulada por el alcalde de la población cuando éste en 1939, y aprovechando su nombramiento como alcalde, quiso ajustar cuentas con el cabo por un asunto de dinero que se remontaba al año 1936.
Antes de la ocupación del pueblo de Grazalema acometida a mediados de septiembre de 1936, la centuria de Zamacola estaba acantonada en Benamahoma, que había sido ocupada en los primeros días del golpe de julio de 1936, y según la denuncia mencionada, se le atribuía en aquella época al cabo Vadillo casos de asesinatos de niños, así como de mujeres de izquierdistas huidos.
Según Fernando Romero, “en Benamahoma, lo que ocurre probablemente no es muy distinto a lo que ocurre en otros pueblos porque, por ejemplo, se investiga en Benamahoma si se ha fusilado a un niño de 15 años, pero no se investiga en Villamartín donde se ha fusilado a tres niños de 16 años. O se investiga si, estando el cabo Vadillo en Benamahoma, se ha fusilado a la mujer de un izquierdista huido, pero en Grazalema, que está a 10 kilómetros, han fusilado a 17 mujeres y a un niño que están en una fosa común que se exhumó el verano pasado. Eso no se investiga porque no existe ese conflicto y no hay nadie que intente remover el asunto. Entonces permanece oculto, la información no sale a luz...”
Entre los resultados de esta investigación jurídico-militar franquista que ha llegado a manos del historiador de Villamartín a través de la documentación emanada por la judicatura militar del régimen golpista, se encuentran responsabilidades directas de los asesinatos cometidos en Benamahoma a manos de los Leones de Rota. De hecho, hay un falangista que declaró que llegaron a fusilar a 70 personas, mientras hay otro que sostiene que los asesinatos (“fusilamientos”) afectaron a 50 personas, todos ellos realizados a manos de piquetes mandados directamente, bien por Fernando Zamacola, bien por Agustín Díaz, o bien por Manuel Almendro, aunque éste último atribuía las órdenes de los asesinatos al cabo de Benamahoma, y éste al sargento de El Bosque quien reenviaba dicha responsabilidad al cabo, quedando vacío el apartado de responsabilidades directas de las órdenes para la realización de las ejecuciones extrajudiciales acometidas en la zona.
A pesar de este incoveniente, y a raíz de investigaciones recientes, se sabe que “tanto la Guardia Civil, como los mandos militares provinciales y los gobiernos militares, sabían a quienes se detenía y a quienes se fusilaba, y que los comandantes de puestos tenían que dar el visto bueno para que se detuvieran o fusilasen a cualquier persona...”
Entre las declaraciones realizadas ante el juez instructor militar que investigaba el caso de Benamahoma, Fernando Romero leyó parte de una efectuada por uno de los Leones que estuvo allí, Manuel Pérez Mateo, que a continuación transcribimos por su interés historiográfico:
“En el tiempo en el que el preguntado estuvo en Benamahoma, fueron fusiladas unas 50 personas, entre ellas algunas mujeres. Esto era efectuado por una escuadra de Falange que se nombraba para dicho servicio, pero desconoce de quién procedía la orden de fusilamiento, y que ellos se limitaban a cumplir lo que les ordenaba el jefe de escuadra en cuyo cargo alternaban Fernando Zamacola, Agustín Díaz y Manuel Almendro” .
Por otro lado, Antonio Florido, otro falangista, llegó a declarar que dejaron de ir al bar a tomar café porque el propietario “nos ponía mala cara porque a su mujer la habíamos pelado”, en clara alusión al rapado que se les imponían a las mujeres como castigo, tortura o vejamen.
Entre las denuncias existentes, no se escapaban tampoco las denuncias por robo y expolio que atribuían a los falangistas el hecho de quedarse con las propiedades, con los muebles y con las posesiones de la gente de Benamahoma. Asimismo, las denuncias por violaciones tampoco fueron ajenas y, aunque se le acusaba exclusivamente al cabo Vadillo de haber cometido este tipo de actos, esto último se desmiente debido a la declaración de una mujer víctima de una violación, realizada en 1939 ante el juez instructor cuando ésta era una muchacha de 18 ó 20 años en 1936, y culpa directamente del aquel agravio a Fernando Zamacola, tras haber tenido en 1936 una visita de un falangista a su vivienda y haberla obligado a acompañarle para dirigirse al cuartel de Falange con el fin de hacerle unas preguntas. Esta es parte de su declaración ante el juez instructor militar:
“En vista de su actitud, se decidió acompañarlo, y por el camino, cerca del cuartel de Falange, se unió a ellos Zamacola, el cual llevaba la llave del matadero. Al llegar a este edificio, cerca de la alameda, entró la declarante con Zamacola, cerrando con llave por fuera el otro falangista que se marchó. Seguidamente, Zamacola le levantó la ropa, dejándole desnuda y abusando de ella en una cama de Felipe, el municipal. Después quiso darle dinero que ella no aceptó, marchando después a su casa, y por el camino se les unió el falangista referido, el cual la cogió por el brazo, tratando de llevarla hacia el barranco que había al lado de la alameda, pero la dicente dijo que se dejaría matar, pero que nadie más abusaría de ella...”
Nos recordaría el historiador que Benamahoma en el año 1936 ni siquiera era un municipio, era sólo una aldea en la que fueron asesinadas entre 50 y 70 personas, dándonos este ejemplo una idea del nivel de represión que los golpistas llegaron a aplicar a la población:
“...Sabemos quienes eran los Leones de Rota que estuvieron en esa época allí durante los meses de agosto y septiembre de 1936. Estuvieron los hermanos Zamacola, Manuel Almendro y Agustín Díaz, que eran los dos subjefes de la centuria, y con ellos también estaban Manuel Pérez Mateo, Manuel Gutiérrez Ruiz, Antonio Florido Fénix, José Patino Sánchez, José Bejarano Verano, Juan López Gutiérrez, Rafael Galea Puisegut ...
Si en cada uno de los pueblos por donde pasaron se hubiera abierto una investigación de este tipo en la posguerra, por este tipo de conflictos internos entre los que pertenecían a la cúpula franquista de los pueblos, quizás podríamos saber lo que ocurrió pueblo a pueblo y empezar a sumar el número de muertes que tuvo Zamacola a sus espaldas...”
Siguió el conferenciante profundizando en el tema, aseverando que el mismo Fernando Zamacola declaró haber fusilado a prisioneros de guerra, con motivo de la apertura del juicio contradictorio que se hizo para valorar si Zamacola era merecedor de la Cruz Laureada de San Fernando, distinción honorífica a la que fue propuesto por su papel en la campaña de Málaga, en la batalla de Estepona, donde obligó a replegarse al “enemigo” en la Loma de Saladavieja. De esta manera, todos los mandos militares superiores declararon a su favor, y en la declaración que él hace cuenta todo de su puño y letra:
“Y al llegar a un punto de la playa, me encontré al General de División Queipo de Llano, que había visto a un grupo de prisioneros que había allí. Preguntó quiénes eran, y cuando le dijimos que eran carabineros, mandó que los fusiláramos, cosa que inmediatamente se hizo...”
Finalmente no se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando, pues según refirió el ponente eso fue debido probablemente a que, mientras se estaba tramitando el expediente de la mencionada distinción honorífica, llegó directamente al Cuartel General de Franco, en Burgos, una denuncia procedente de un derechista de El Puerto de Santa María que firmaba con iniciales, quien denunciaba una serie de situaciones bastante censurables que se estaban dando en El Puerto de Santa María y en el cúpula de Falange de dicha localidad. Según esta denuncia anónima -que salpicaba a los hermanos Zamacola, el Jefe Local de Falange, a todos los mandos de la centuria de los Leones y al que había sido comandante militar de El Puerto de Santa María en el año 36- se señalaba a los hermanos Zamacola y a sus falangistas como auténticos pistoleros, como matones que se habían convertido en los dueños del pueblo, llegando a extorsionar a los bodegueros y a los comerciantes a punta de fusil y de pistola.
En dicha denuncia se podía leer la siguiente información sobre Fernando Zamacola:
“El Puerto de Santa María tuvo la desgracia, en tiempos de la canalla marxista, de sufrir elementos extraños a ella, y que fueron los principales culpables de todo cuanto después venía ocurriendo. Pues bien, hoy, después del Glorioso Movimiento Salvador del Ejército, se encuentra esta ciudad gobernada por los hermanos Zamacola, que tampoco son hijos de esta ciudad, destacándose de ellos Fernando, el cual, demostrando su poca inteligencia ha conseguido rodearse de toda la hez comunista, al permitir que ingrese en Falange, y de unos prisioneros que consiguió sacar del Penal de esta población. Él es, a juicio de cualquier persona sensata, el principal culpable de cierta parte de lo que viene ocurriendo en El Puerto de Santa María...
(...) En algunos pueblos de la provincia de Málaga llegó a decirse, al paso de ellos, que si la Falange era aquello, pues se habían dedicado al saqueo más inicuo que puede decirse, pues aquí han llegado camiones con los robos por ellos perpetrados, que si ellos eran la Falange, que entonces preferían que volviesen los rojos...”
Tras esta denuncia -siguió ilustrándonos Fernando Romero- se inicia una investigación que hace elaborar diferentes informes, tanto los del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María como los de la Policía de esta población. En el año 1937 la Policía de El Puerto, por ejemplo, confecciona un informe sobre Domingo Zamacola al que se le acusa, entre otras cosas, de secuestro y violación de las mujer de un político izquierdista y también de extorsión a ciertos industriales de la población:
“En cuanto a su actuación, (...) era el Jefe Local de Falange en el momento de iniciarse el Movimiento, aunque estaba en la cárcel de donde fue liberado al llegar las fuerzas del Ejército. Es del dominio público que hallándose en los pueblos de la sierra, al principio del Movimiento, cometió muchas inmoralidades por ser juerguista y gastador.
En esta ciudad, en El Puerto, siendo Jefe de Milicias, sacó de la cárcel a Luisa Rendón Martel, la mujer del diputado comunista Daniel Ortega Martínez, y la llevó a su domicilio, teniéndola allí hasta que la misma madre del Domingo fue a la Comandancia Militar a suplicar que sacasen de su casa a dicha mujer.
Durante su actuación como jefe de Falange en esta ciudad, también se sabe que amenazó a varios industriales para que entregasen fuertes sumas de dinero, siendo algunos de ellos don Daniel Martínez, don Luis Suárez..., a los cuales amenazó, y ellos pueden aportar detalles directamente. A otro industrial, don José Dosal, también le exigió una fuerte suma, llegando a ponerle el cañón de la pistola en el pecho para obligarle.
En general, se comenta mucho que este individuo frecuenta mucho los cabarets y las casas de latrocinio, haciendo buen gasto sin que se le conozca propiedad ninguna...”
Concluyó este episodio Fernando Romero informando que el juez instructor que llevaba a cabo la investigación la paralizó durante tres años, tras los cuales, y con Zamacola ya muerto, los servicios de justicia deciden darle carpetazo al asunto...
Tras la didáctica intervención de este historiador se abrió un ameno turno de preguntas entre el público a las que Fernando Romero respondió con interés, llegando a completar definitivamente toda la información que hasta ahora posee de los Zamacolas y los Leones de Rota. Finalizada la conferencia, el público pudo ilustrarse además de la proyección del documental que se emitió sobre testimonios orales de familiares y testigos de la represión en esta zona de la provincia de Cádiz, y que fue elaborado cuidadosamente por la Asociación Memoria Histórica de Rota.
Día 26 de agosto: “Luces y Sombras de la Historia de Chipiona. Segunda República, Guerra Civil y Represión Militar”
La ponencia presentada por el joven historiador Sebastián Guzmán Martín se basó en el libro editado en 2008 con mismo título sobre la represión en la población chipionera en donde se documenta la detención preventiva de 60 personas y el asesinato de 33 chipioneros sin formación de causa alguna.
En su exposición, el autor dividió el tema en cuatro apartados que coincidían con las etapas históricas de la represión ejercida por los golpistas en las zonas de retaguardia o de ocupación golpista. De esta manera, en una primera fase de la represión chipionera, se cometieron los asesinatos al amparo del Bando de Guerra, y en unas condiciones de represión descontrolada o “terror caliente” que hicieron que fueran “fusilados sin formación de causa los principales sindicalistas y autoridades de los municipios”.
La segunda etapa la centró el historiador en la “justicia militar” mediante la cual “fueron juzgados en Chipiona autoridades civiles, sindicalistas y gente de reconocida afiliación izquierdista sobre la base de la ‘justicia al revés’. Es decir fueron juzgados y condenados por rebelión militar y oposición a un régimen que había entrado a través de un golpe de estado. Esta es la gran paradoja del franquismo...”
A medida que la conferencia se desarrollaba, el autor seguía desgranando la maquinaria represiva de los golpistas en la localidad de Chipiona, recordando que la entrada en vigor de la Ley de Responsabilidades Políticas, que afectaba a todas las personas que habían tenido alguna actividad política o sindical a partir del primero de octubre de 1934, hizo que fueran expedientados en Chipiona 31 personas, entre las que se encontraban diez personas asesinadas con anterioridad por los golpistas, y a las que se les incautaron todos sus bienes y propiedades.
Sebastián Guzmán siguió avanzando, profundizando sobre el tema y realizando reflexiones coherentes que acompañaban continuamente su discurso. Un discurso en el que se podía apreciar la implicación del historiador con la recuperación de la memoria histórica, llegando a decir que “nada de lo sucedido en pueblos como Rota, o como Chipiona, tiene otra lógica que el exterminio sistemático de una parte de la población...” De hecho, el conferenciante llegó a rescatar las instrucciones dadas por el director del golpe de estado, el general Mola, meses antes de que se iniciara al acto sedicioso de julio de 1936. Según dichas instrucciones dadas “la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al enemigo. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelga...”
Tampoco pudo el historiador dejar de profundizar en la creación de la Causa General y en el origen de la mentira y la invención de la propaganda franquista para justificar los crímenes de los golpistas, atribuyendo a los republicanos “hechos truculentos y desgarradores que realmente nunca habían ocurrido”. Según el autor “estas falsas atrocidades solían pregonarse en las localidades para arengar a la población y justificar las matanzas a las que se vieron sometidos los municipios españoles al paso de las tropas. En esta misma línea nació la Causa General, el 26 de abril de 1940, que trató de justificar los abusos y crímenes cometidos por el bando nacional. Se creaba con ella la teoría del ‘terror rojo’ que, según dice su articulado, ‘los abusos y crímenes sufridos en las provincias que padecieron el terror rojo habían motivado el Alzamiento’...”
Aunque los motivos que generaron la aparición de la llamada Causa General estriba en la justificación del golpe de estado de julio de 1936, la instrucción de la misma se ha convertido, en palabras de Sebastián Guzmán, “en un arma en contra del régimen franquista, ya que a pesar de recuperarse y recopilarse numerosa información sobre actuaciones de fuerzas republicanas contra derechistas, muchos de los pueblos contestaron negativamente a la petición de abusos cometidos. Tal es el caso de Chipiona, en el cual, en el año 1941, el Instructor General solicita que fueran reseñadas las personas que, siendo vecinos del término municipal fuesen asesinados en la que fue zona roja. La contestación por parte de la corporación municipal chipionera se hizo de forma negativa al no haberse dado caso en que vecinos de esta localidad fueran asesinados en la que fue zona roja...”
Otro apartado importante en la exposición del conferenciante fue el relacionado con las viudas y huérfanos, quienes “sufrieron de forma más directa esta gran tragedia... Son ellos quienes constituye el grueso de los represaliados”. También expuso otras cuestiones, especialmente las relacionadas con los tratos vejatorios que aplicaban los golpistas, describiendo con crudeza que “entre las represalias más comunes tenemos el rapado que sufrieron las mujeres, hermanas y madres de los rojos, y que consistía normalmente en conducirlas a la plaza del pueblo, raparle completamente la cabeza, a excepción de un mechón que se le recogía con una moñita, normalmente también con la cinta de la bandera nacional, y luego se les hacía beber un purgante que consistía, bien en aceite de ricino, o en una rebanada de grasa de carro, y se les paseaba por el pueblo mientras que por el mejunje ingerido se hacían sus necesidades mientras recibían las burlas de los vecinos y de sus mortificadores...”
De esta manera, el cuerpo del discurso del historiador terminó tomando forma definitiva cuando concluyó su descripción sobre la represión golpista, afirmando que “la represión no sólo fueron las detenciones, asesinatos y consejos de guerra. Son mujeres rapadas y vejadas públicamente; madres e hijos que quedaron señalados como viudas y huérfanos de los rojos, los que después de muertos fueron incluso expedientados por la Ley de Responsabilidades Políticas; maestros depurados e, incluso, libros expurgados de las bibliotecas por considerarse desviadores de la conducta y de la moral de los vencidos. Una represión que, a todos los niveles, trató de arrancar de raíz las 'malas hierbas' que había sembrado la República...”
Sobre las responsabilidades de los asesinatos cometidos en Chipiona, el historiador señaló que “hay un dirigente local de Falange al que señalan todo el mundo” -en clara alusión al Jefe Local de Falange, Emilio Caballero- y que éste iba de la mano con el comandante militar de Chipiona, refiriéndose al teniente de carabinero Vicente Hernández Ramajo. Al parecer, ambos solían ir en el mismo taxi a recoger a los reclusos para su asesinato, y en una ocasión, cuando se dirigían para efectuar una de sus siniestras operaciones, el taxi atropelló a una liebre que fue recogida por el falangista quien dijo “cuando hayamos acabado con esto nos la vamos a comer con arroz...”
Existen también testimonios de familiares de las víctimas, como los de Manuel Peralta Cuevas, asesinado en el antiguo cementerio de Rota –hoy en día transformado en el parque del Mayeto- que señalan al cabo Arias como unos de los asesinos reconocidos de la zona. El mismo cabo Arias fue a buscar a Ana Mª Cuevas García, madre de Manuel Peralta, y confesarle con un evidente humor sádico las palabras siguientes: “esta noche, con este dedo, he apretado el gatillo con el que he matado a tu hijo”.
Preguntado el ponente sobre el papel que jugó la Iglesia Católica en el golpe de estado y en la represión franquista, la respuesta del historiador no pudo ser más explícita:
“La Iglesia mantuvo que la Guerra Civil fue una Cruzada contra el marxismo y los que cayeron por el bando nacional fueron mártires. Ese es el papel que ha mantenido la Iglesia y yo no soy consciente de que todavía haya pedido perdón por haber apoyado los crímenes que se cometieron. En Chipiona hubo un famoso cura, de quien se dice que, no contento con que de una familia fuesen fusilados dos –pues se había indultado a un tercero- hizo subir a este tercero al campanario para ver si se caía con la excusa de arreglar el tejado, sin tener esta persona conocimientos de carpintería ni albañilería. Finalmente no se cayó, pero fue encerrada esta persona en el Penal de El Puerto de Santa María donde murió de inanición...”
Entre las intervenciones del público queremos destacar la de la Presidenta de la Asociación para la Recuperación de la Justicia y la Memoria Histórica “Jerez Recuerda”, María José Ruiz, quien comenzó opinando sobre el concepto de Justicia y sobre la obligación de ampliarlo, argumentando que no es suficiente con recuperar sólo los nombres y cuerpos de las víctimas, sino que además habría que ir eliminando los símbolos del golpismo y del franquismo de las calles y desmantelar de este modo lo que se ha ido construyendo en ese sentido durante décadas.
Disertó sobre el papel de la Iglesia Católica y dio ejemplos de cómo ésta pretende mantener hoy en día una visión bastante sesgada de la Historia, especialmente del período que se estaba tratando. Recordó que entre finales de marzo y principios de abril de 2008 -poco antes de la celebración de las II Jornadas de Memoria Histórica de la Ciudad de Jerez, organizadas por nuestra Asociación para la Recuperación de la Justicia y la Memoria Histórica “Jerez Recuerda”- la Unión de Hermandades de Jerez y el Obispado de la Diócesis de Asidonia-Jerez realizaron un ciclo de conferencias que con el nombre de “La II República Española y la Religiosidad Popular” sirvieron para hablar “barbaridades sobre lo que hicieron las izquierdas durante aquel período histórico” y para llegar a la conclusión de que “la izquierda española tenía que pedir perdón a la Iglesia por haber realizado una persecución contra ella equiparable a la que hicieron los romanos contra los cristianos”.
Quienes estuvimos asistiendo a ese ciclo de conferencias supimos que la Presidenta de “Jerez Recuerda” se estaba refiriendo concretamente a la realizada por Luis Pío Moa el día 1 de abril de 2008 que obligó al Secretario de nuestra Asociación a intervenir y tomar la palabra a pesar de la numerosa asistencia de extrema derecha -que junto a un público eminentemente conservador, ocupaba por completo el Auditorio Juan Pablo II del Obispado- y a pesar también de su irascible reacción cuando éste intentó desmontar con argumentos las extravagantes teorías de este oscuro personaje.
Concluyó la Presidenta de “Jerez Recuerda” con una reflexión acerca de cómo la memoria histórica tendría que ser una referencia para analizar la situación actual y conocer qué es el fascismo porque “éste campa libremente por nuestras calles por medio de las actitudes fascistas que se pueden observar entre una parte de la población, aunque actualmente no exista un partido fascista fuerte”.
Día 27 de agosto: “Memoria y Literatura”
Fue Almudena Grandes quien cerró la serie de conferencias de estas IV Jornadas de Memoria Histórica de Rota, y la cerró desde una perspectiva muy literaria y personal, iniciando su exposición básicamente con una crítica objetiva hacia la historia oficial y, especialmente, hacia la manipulación que la historiografía franquista ha realizado con la historia contemporánea de España, dándonos ejemplos variados que avalaban el cuerpo de su discurso.
Uno de estos ejemplos fue el episodio del asalto al Cuartel de la Montaña en Madrid el 19 de julio de 1936, del que sólo se ha dado a conocer oficialmente la versión franquista, y del que se sabe realmente que los golpistas tendieron una trampa cuando éstos, encerrados en dicho lugar, izaron una bandera blanca para, posteriormente, acometer una masacre contra los “paisanos desarmados” cuando éstos se acercaban al cuartel para ver in situ los acontecimientos que estaban ocurriendo, muriendo casi un centenar de personas y provocando, inevitablemente, la “reacción virulenta y tremenda de los asaltantes que, cuando finalmente los oficiales del cuartel se rindieron de verdad, asesinaron a una serie de oficiales en el patio del Cuartel de la Montaña... de tal manera que el 19 de julio de 1936 hubo dos masacres, pero la Historia sólo ha registrado una. La historiografía franquista tuvo muchísimo cuidado de borrar hasta el último resto de aquella bandera blanca y de las muertes que originó...”
Continuó la autora de “El Corazón Helado” en el discurso y subrayó la importancia que tenía el hecho de que los historiadores españoles hubieran tomado en sus manos la historia contemporánea de España, desmantelando la idea de que ésta sólo es un asunto extranjero, de historiadores anglosajones básicamente. También afirmó que los historiadores serán los que inclinarán definitivamente la balanza en dirección al restablecimiento de la tradición democrática española, identificando a ésta con la tradición republicana porque “aunque haya mucha gente que le moleste, no hay otra tradición democrática en la historia de España”.
Fue igualmente muy crítica con las reelaboraciones de muchos conceptos utilizados por la historiografía franquista, entre los que se encuentran la idea de “rebelión” o la de la palabra “nacional” las cuales -y aunque la escritora no utilizó exactamente la expresión- supusieron una paradoja entre unos golpistas que se rebelaron contra el poder legalmente constituido, arrogando el hecho de rebeldía a sus enemigos, con un ejército compuesto de “70.000 italianos, 20.000 alemanes y 110.000 mercenarios marroquíes”, al que se le denominaba “nacional”.
Cuando habló sobre la Transición española, la escritora madrileña afirmó que, para la mayoría de los españoles “fue algo muy parecido a una secuencia de Mary Poppins: alguien dijo a todos los españoles 'cogeos todos de las manos y vamos a saltar esta raya que hemos hecho en el suelo'...
Del mismo modo, fue bastante crítica con la izquierda española que regresó del exilio al “ser la primera en renunciar a su propia tradición en aras de una especie de paz social que yo creo, que más de treinta años después, o sea, ahora mismo, ya carece completamente de sentido”. Inmediatamente después siguió avanzando la ponente, dándole sentido a estas últimas afirmaciones:
“Yo creo que lo que está en juego no es sólo el pasado, la historia o la memoria de España. Está en juego nuestro presente y está en juego el futuro de nuestros hijos. Vivimos en una democracia sin raíces, un estado construido en el aire, dibujado con tizas de colores sobre la baldosa de una acera. España es un país anormal y ya va siendo hora que sea normal.
Las democracias europeas, que nos sirvieron de modelos durante tantos años, se fundaron a sí mismas; afirmaron sus propias declaraciones de fundación; era una continuación natural de la lucha antifascista que se libró en sus territorios durante la II Guerra Mundial. La única nación de Europa que se levantó en armas contra el fascismo, que fue España precisamente, en lugar de haber optado por seguir ese modelo, sigue mirando su pasado antifascista en el espejo deforme que los franquistas crearon para convertirlo en un estigma sangriento.
Yo creo que perseverar en ese tipo de consideraciones, con independencia de algunas intenciones con las que mucha gente intenta tapar las bocas de quienes pretenden conocer la verdad, es hasta cierto punto hacer apología del fascismo. Creo que una nación democrática no puede mantener vínculos de ninguna clase con una dictadura militar que creció, y que se desarrolló, sobre el cadáver, no sólo de un estado democrático, sino de cientos de miles de cadáveres más. Creo que esa actitud es injusta; es incomprensible. Pero además es muy insana, profundamente insana. Quizás, por eso, ningún partido de derecha democrática, en ningún país de Europa, ha dejado nunca de condenar su propia experiencia fascista, y en esto España también es una excepción. Y creo que ya no hay motivos para tener miedo de nada; creo que el último peligro que nos amenaza es el silencio que hasta hace poco tiempo parecía una enfermedad crónica de este país...”
Siguió la escritora perfilando la idea que estaba exponiendo y se retrotrajo a la generación de los abuelos para explicar el origen y genealogía de la memoria histórica en España, terminando por centrarse en la generación de los nietos que, en contraste con la de los hijos que se crió en el silencio, empezó a buscar respuestas, especialmente cuando estos nietos alcanzaron una media de edad de 40 años. Esta idea que sostenía Almudena Grandes le sirvió para introducir algunos aspectos de su última novela -así como para resaltar otros relacionados con la literatura, la historia y la memoria histórica- de la siguiente manera:
“Yo creo que desde esa perspectiva, muchos españoles hemos hecho lo que nos tocaba. Ha habido gente que ha fundado asociaciones, ha habido gente que ha hecho reportajes, ha habido gente... bueno, como yo soy novelista, escribí una novela que se titula “El Corazón Helado”; una novela que pretende ser precisamente eso, que pretende resultar la versión de los nietos...
No es una novela sobre el pasado, sino una novela sobre el presente; no es una novela sobre la historia, sino una novela sobre la memoria. Es el único de mis libros en el que, en vez de contar una historia del pasado, el pasado es un pretexto para el presente...
Al asomarse de puntillas, sólo de puntillas, sobre la versión oficial de la historia de España del siglo XX, cualquier narrador puede encontrar un filón verdaderamente insondable, porque allí hay miles de historias, de personajes. Hay millones de historias para contar, algunas tan fuertes, tan brutales, tan literarias, en definitiva, que ni siquiera se pueden escribir porque la literatura se diferencia de la historia en que la historia reconstruye la verdad, pero la literatura obedece a otras reglas. Un escritor y un historiador somos figuras casi antagónicas, porque un historiador tiene que contar algo que ha ocurrido de verdad, aunque parezca mentira... En cambio, un escritor, lo que hace es inventarse de cabo a rabo una historia que es mentira, pero que tiene que parecer verdad, porque la verdad literaria es la inverosimilitud, no la verdad...
Pero los escritores tenemos las manos mucho más libres y tenemos una ventaja, aparte de la libertad: la ventaja de la emoción, porque el territorio natural de la literatura es la emoción, y con lo que tiene que ver es con la emoción. Igual que los lectores leen para emocionarse, o buscando esa emoción suprema de un libro escrito por alguien que no te conoce te hable de ti, los escritores avanzamos en ese territorio de la emoción que hace que la historia de España del siglo XX sea un gran tema para cualquier escritor. Por eso me considero muy afortunada por haberlo encontrado.
Peter Weiss, el gran dramaturgo alemán, vino mucho a España en los últimos años de su vida, en los años setenta. Venía aquí, venía a España, viajaba por España, estaba mucho en Madrid, en la Plaza de Santa Ana, y hablaba con la gente. Él tenía el propósito de escribir una obra sobre un país que le impresionaba, porque en él la gente había muerto por sus ideas.
A Weiss la muerte le sorprendió a traición, antes de tiempo, y con esta obra inconclusa. Nunca llegó a terminar su obra sobre España y sobre la gente que moría por la libertad, pero yo creo que él sabía algo de lo que la mayor parte de los españoles no se han dado cuenta todavía, y ese algo es que la II República y la Guerra Civil Española constituye uno de los grandes momentos de la Historia de la Humanidad. Por eso estamos nosotros aquí esta tarde, y por eso esta historia no se va a acabar nunca. Muchas gracias.”
Palabras finales.
Tras los aplausos que se dieron al finalizar la intervención de Almudena Grandes, tomó la palabra Mercedes Rodríguez, Presidenta de la Asociación Memoria Histórica de Rota, para agradecer al numeroso público su asistencia y a todas aquellas personas que han hecho posible las IV Jornadas de Memoria Histórica de Rota, concluyendo de esta manera:
“Estamos muy satisfechos por la acogida del libro y del video. Espero que os ayude a comprender mejor lo que sucedió en Rota, igual que en su elaboración nos sucedió a nosotros, a Pedro y a mí, al descubrir que estas personas que fueron fusiladas y represaliadas eran personas de bien, comprometidas con la época que les tocó vivir en nuestro pueblo, luchando por un futuro mejor para nosotros.
Como dije la primera noche, Memoria Histórica de Rota tiene los objetivos de dignificar la memoria de aquellos roteños a los que les quitaron sus vidas en el verano de 1936. Precisamente ayer, el 26 de agosto, hace ahora 73 años, fueron fusilados trece y uno de ellos era mi abuelo...
Nuestra democracia tiene una deuda con ellos. No deberíamos olvidarlo y dejarlos tirados en cualquier fosa de cualquier cementerio y en cualquier cuneta. Ellos se merecen algo mejor...”
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