“Después de tirar la bomba, me sentí exactamente igual que como lo hago ahora, excepto que ese día no había bebido tanto café como hoy”, bromeaba Tibbets en una entrevista de 1995... |
LOS BOMBARDEOS DE HIROSHIMA Y NAGASAKI 73 AÑOS DESPUÉS.
QUÉ REVELAN LAS GRABACIONES PERDIDAS DEL PILOTO QUE TIRÓ LA BOMBA SOBRE HIROSHIMA.
Hiroshima recordó, este lunes 6 de agosto, el ataque nuclear que sufrió hace 73 años con una conmemoración en la que las autoridades de la ciudad alertaron sobre los nuevas tensiones nucleares globales y los riesgos de que la tragedia sufrida en 1945 pueda repetirse.
"Cuando la humanidad deja de ver la realidad y se olvida de la historia puede repetir un terrible error", afirmó el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, en los actos que se desarrollaron (...) en esa ciudad del oeste de Japón.
A las 8.15 hora local (23.15 GMT) del 6 de agosto de 1945 una bomba de uranio, "Little Boy", fue arrojada por un bombardero B-29 estadounidense, y tres días después un segundo artefacto destruyó la ciudad de Nagasaki.
Las bombas nucleares que fueron lanzadas en Hiroshima y Nagasaki convirtieron a Japón en la única nación que ha sido atacada con armas atómicas, y forzaron poco después la capitulación del país en la II Guerra Mundial.
El alcalde de Hiroshima dijo que hay más de 14.000 armas nucleares en el mundo y destacó que éste ha vivido en los últimos meses un rebrote del nacionalismo y nuevas tensiones nucleares que recuerdan las que había durante la Guerra Fría.
Órdenes para el ataque de Enola Gay en Hiroshima.. |
Ese tratado fue descrito como un "hito histórico" por el alcalde de Hiroshima, quien ensalzó los esfuerzos para acabar con los tensiones generadas por las pruebas atómicas y balísticas de Corea del Norte. "Esperamos que la paz en la península coreana se consiga a través del diálogo", agregó Matsui.
La bomba de Hiroshima causó unos 140.000 muertos el mismo día y en las fechas posteriores. Actualmente hay más de 150.000 supervivientes a ese ataque, con una edad media de 82 años.
En el acto, que incluyó un momento de silencio a la misma hora en la que cayó la bomba en Hiroshima hace 73 años, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, pidió redoblar los esfuerzos globales para conseguir un mundo sin armas atómicas.
"No se debe repetir lo que pasó en Hiroshima y Nagasaki", afirmó Abe. "Como único país que sufrió la bomba atómica, nosotros tenemos la misión de llegar a un mundo sin armas nucleares", agregó.
"Por eso -dijo- vamos a promover que se transmitan estas experiencias a los jóvenes". En la ceremonia, en el Parque de la Paz de Hiroshima, con la participación de representantes diplomáticos de 85 países, Abe defendió los tres principios que propugna Japón en cuanto a armas nucleares (no poseerlas, no producirlas ni comprarlas). También ofreció los buenos oficios de Japón para servir de puente entre los países con arsenal atómico y los que no lo poseen.
La conmemoración (...) se trasladará el jueves próximo a Nagasaki, donde está previsto que, entre otras personalidades, participe el Secretario General de la ONU, António Guterres, quien llegará a Japón este martes.
En un mensaje de Guterres con motivo del aniversario de la bomba que destruyó Hiroshima, el Secretario General de la ONU dijo que lo que ocurrió hace 73 años "no puede ni debe ocurrir de nuevo".
"El legado de Hirosima es el de la resiliencia", agregó el diplomático portugués en el mensaje dirigido al pueblo de Hiroshima y leído durante la ceremonia (...) en esta ciudad japonesa.
"Ustedes, el pueblo de Hiroshima, no sólo son valientes supervivientes de una bomba atómica, sino también valientes activistas en favor de la paz y la reconciliación", agregó.
El Secretario General de la ONU también destacó que están creciendo las tensiones entre países con armas atómicas. "Los arsenales atómicos están siendo modernizados, y en algunos casos, expandidos", advirtió.
Guterres estará presente el jueves en Nagasaki, pero la víspera se reunirá en Tokio con Abe y con el ministro de Exteriores nipón, Taro Kono, según anunció la semana pasada Naciones Unidas.
¿QUÉ REVELAN LAS GRABACIONES PERDIDAS DEL PILOTO QUE TIRÓ LA BOMBA SOBRE HIROSHIMA?
Se creían perdidas desde hace 40 años, pero el año pasado se encontraron en el piso de un japonés. Gracias a ellas, podemos saber cómo se vivió el ataque a bordo del Enola Gay.
El 6 de agosto de 1945, el comandante Paul Tibbets montó a bordo del Enola Gay, un bombardero Boeing B-29 Superfortress de las Fuerzas Áreas del Ejército de Estados Unidos que portaba en sus entrañas a Little Boy, la primera bomba atómica utilizada contra la población civil, que fue detonada a las 08:15 de la mañana. El avión llevaba el nombre de soltera de su madre, Enola Gay Haggard Tibbets. Más de 140.000 japoneses perderían su vida, y otros tantos arrastrarían secuelas durante toda su vida, hasta el día de hoy. Este verano, se ha cumplido el 73 aniversario de los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki, con una sorpresa: la recuperación, décadas después, de las cintas con las entrevistas a Tibbets realizadas después del bombardeo.
Las grabaciones en cintas de los testimonios del piloto de Enola Gay Paul Tibbets y otros se muestran en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima. |
“Vi el resplandor. Y lo saboreé. Sí, se podía saborear. Sabía a plomo”, explica en una de las grabaciones, que se creían perdidas para siempre. “Era por el empaste de mis dientes. O sea, que así es la radiación. Sentí ese sabor a plomo en mi boca y fue un gran alivio: supe que había explotado”. Durante 40 años, se pensó que las grabaciones se habían perdido para siempre. Sin embargo, el pasado año se encontraron entre las posesiones de un japonés anónimo, y fueron donadas por su familia al Museo Memorial de la Paz de Hiroshima.
Las cintas permiten conocer un poco mejor qué ocurrió dentro de la aeronave y cuáles eran los sentimientos del piloto. Por ejemplo, revelan que la misión era completamente secreta, así que sus superiores le habían proporcionado una pistola y cápsulas llenas de cianuro para acabar con sus vidas en caso de que el avión fuese derribado. Paradójicamente, la sacudida que experimentó el avión al retirarse del lugar fue tranquilizadora, ya que era la confirmación de que el trabajo se había llevado a cabo. “Imagínate estar dentro de un edificio de latón y que alguien te golpease con un martillo, así era el efecto de sonido”, explicaba Tibbets.
Se trata de 27 cintas que abarcan 30 horas de grabaciones, transcritas a lo largo de 570 páginas, y que aunque aún no están disponibles para el público, es probable que pronto sean de libre acceso. Probablemente se trate de una copia de las grabaciones que recibieron los historiadores británicos Gordon Thomas y Max Morgan-Witts para escribir 'Enola Gay: Mission to Hiroshima' a finales de los años setenta. También contiene los testimonios de Jacob Beser, teniente que se encontraba a bordo del Enola Gay, y de Thomas Ferebee, el bombardero que pulsó el botón que arrojó la bomba sobre la ciudad. Como ha manifestado el responsable del museo, Ryo Koyama, los testimonios son de “gran valor histórico”.
¿Qué clase de remordimiento?
Puede parecer sorprendente que lo que Tibbets experimentase después de contribuir directamente a acabar con cientos de miles de vidas fuese alivio, pero se encuentra en consonancia con las opiniones que mantuvo hasta su muerte, el 1 de noviembre de 2007, a los 92 años. Lo expone de forma detallada un artículo publicado por el historiador Peter J. Kuznick en la revista académica 'The Asia-Pacific Journal' y titulado de forma elocuente "Defendiendo lo indefendible: una reflexión sobre la vida de Paul Tibbets", que pasó “los últimos 62 años de su vida defendiendo el bombardeo atómico”.
A pesar de los retratos que lo describen como un hombre bueno, que reflexionaba a menudo sobre su actuación a bordo del Enola Gay, Kuznick cita a muchos de sus compañeros, que pusieron de relieve que a lo largo de su vida siempre se había ceñido a la versión oficial de 1945. Su trabajo revela algunos detalles del vuelo. Por ejemplo, que Tibbets disponía de una docena de pastillas con cianuro para repartir entre los miembros de la tripulación en caso de que el avión fuese derribado; que la información de la que disponían era tremendamente limitada, para evitar ninguna filtración en caso de ser capturados; además, Tibbets tenía la orden expresa de disparar a todo aquel compañero que, llegado el momento, se negase a tragar la cápsula.
Tibbets y el contraalmirante William Parsons eran los únicos que sabían que se trataba de una bomba atómica, y la información que dieron al resto de la tripulación de los siete aviones de la flota fue ambigua. “La bomba que vais a arrojar es algo nuevo en la historia de la guerra”, les comunicaron. “Será el arma más destructiva jamás diseñada. Creemos que acabará con todo en un área de tres millas [alrededor de 1,6 kilómetros], quizá más, quizá menos”. Además, añadieron que la misión era tremendamente importante porque permitiría acortar la duración de la guerra en seis meses. “Mañana, el mundo sabrá que el 509 ayudó a acabar con la guerra”, afirmó exultante Tibbets. Y, como observó en sus diarios Abe Spitfzer, parecía creerlo firmemente.
“Tibbets se sentó en la cabina del avión, sonriendo y saludando a aquellos que estaban registrando el evento para la posteridad”, escribe el historiador, que recoge las palabras de un testigo: “El lugar parecía Hollywood”. “No tenía nervios, le decía la gente que me habían inyectado confianza en el culo”, explicó Tibbets en otra entrevista. Un sentimiento que se contagió a otros miembros de la tripulación, como el neoyorquino Robert Lewis, que partió hacia Hiroshima con un par de preservativos en el bolsillo, pensando en la fiesta de después, y que mostró a Tibbets cuando este le entregó la pastilla de cianuro. Un gesto que no le hizo la menor gracia.
A las 02:45, el avión despegó, sobrevoló Iwo Jima y, una vez tuvo confirmación de que el tiempo era propicio, se dirigió hacia Hiroshima. Fue entonces, durante el vuelo, cuando se comunicó al resto de la tripulación que se trataba de una bomba atómica. Mientras llegaban al objetivo, se entretuvieron jugando a acertar con unas naranjas en la cabeza de uno de los militares dormidos. Llegaron 17 segundos por detrás de la hora prevista, ante sus ojos apareció el puente de Aioi y Ferebee pulsó el botón mientras gritaba “¡bomba va!”. Tibbets anunció lo siguiente: “Amigos, han arrojado la primera bomba atómica de la historia”, y ejecutó la maniobra de huida que llevaba meses ensayando. El resto es triste historia.
¿Qué pasó después?
“Cuidad vuestros mensajes, no digáis tacos”, fue el aviso que Tibbets dio al resto de compañeros antes de partir, recordándoles que todo lo que dijesen iba a ser grabado. Ferebee recordó, tiempo después, que “no hay palabras para describir lo brillante que era la luz”. Años más tarde, en otra entrevista, añadió: “La ciudad entera estaba cubierta con una nube en forma de champiñón. Mientras se formaba el tallo, podías ver trozos de casas absorbidos por esta, trozos de cosas volando por el aire. No podías ver a la gente, no a la altura que estábamos”. Lewis, el piloto con su preservativo en el bolsillo, añadió que “podías ver una ciudad bien grande, y entonces se esfumaba. Simplemente no estaba”.
¿Cómo reaccionó Tibbets? En una entrevista de 2002, le dijo al célebre presentador Studs Terkel: “No tengo ningún problema con ello. Sé que hicimos lo correcto”. Su motivación era pensar que ese acto, por salvaje que pudiese parecer, iba a detener la guerra y, con ello, iba a salvar la vida de millones de personas. Como manifestó en otra ocasión, “el objetivo era detener la lucha, lo que nos permitiría ahorrar la pérdida de vidas en ambos bandos”. En alguna ocasión, Tibbets llegó a reconocer que algunos japoneses le habían agradecido lo que hizo, porque una hipotética invasión del territorio nipón habría sido mucho más violenta y traumática, y la bomba impidió que se llegase a ese punto.
Muchos de los tripulantes del Enola Gay y el resto de la flota, no obstante, siguieron teniendo pesadillas. Spitzer, por ejemplo, cayó en la bebida, al ser incapaz de librarse de la imagen de lo que había visto: “Aun así, no podía dormir. Seguía desvelándose con las imágenes de Hiroshima con sus árboles, el verde prado y los puentes y las casas siendo cubiertas con humo negro y un hongo gigante multicolor alzándose por encima de la ciudad”. Los militares se preguntaron por qué se atacó Nagasaki apenas tres días después, sin haber dado el suficiente tiempo a Japón para rendirse. “Después de tirar la bomba, me sentí exactamente igual que como lo hago ahora, excepto que ese día no había bebido tanto café como hoy”, bromeaba Tibbets en una entrevista de 1995. “Estaba satisfecho de haber cumplido mi misión. No tenía ninguna emoción entonces, y no la he tenido nunca, solo puedo decirte que la guerra es el infierno. Lo sé. La he vivido. Si esperas sacarme una expresión de emoción, no lo conseguirás. Soy frío”.
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