Lorenzo Marchena Villagrán |
EN RECUERDO DE LORENZO MARCHENA VILLAGRÁN.
SE CUMPLE EL ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE UN AMIGO, COLABORADOR NUESTRO Y DE OTRAS CAUSAS Y GRAN LUCHADOR ANTIFRANQUISTA DE TREBUJENA.
Más allá
de interpretar este acabado mes de agosto como un mes que nos
recuerda el horror genocida del lanzamiento de las bombas atómicas
de Hiroshima y Nagasaki en 1945 por parte de Estados Unidos, o de la
continuación del holocausto español que se inició en julio de 1936
por un grupo de militares africanistas españoles mediante un golpe
de estado que desembocó en una guerra civil donde los aliados
internacionales de dichos militares fueron determinantes en el
desenlace de la misma, queremos hacer una especial mención al
recuerdo de todas aquellas personas que de alguna manera u otra
colaboraron con nosotros, y que han ido desapareciendo físicamente
por el implacable paso del tiempo y la enfermedad, no sin habernos
dejado antes un legado auténtico de solidaridad, de activismo
social, sindical y político, sin más pretensiones que la satisfacción personal que supone el aportar desde
sus modestas posibilidades unos granitos de arena imprescindibles para
transformar el entorno más cercano y alcanzar un cambio social
mayor, a pesar de las dificultades y el riesgo que suponían para su
libertad, su salud y su propia vida.
Este legado,
estas memorias individuales, forman parte también de la Memoria
Histórica, ya que se ha sustentado durante muchas décadas gracias al
esfuerzo de estas personas que, anónimamente y de forma muy
altruista y valiente, han hecho lo imposible por luchar por una vida
digna y por no olvidar cada uno de los agravios que se ha infligido
en general contra el pueblo por parte de los artífices de dicho
golpe de estado y, también, por el del aparato represor instaurado por el
dictador Francisco Franco y sus colaboradores.
Trebujena vista desde Lebrija |
Trebujena, tradicionalmente, ha sido un municipio con una economía basada principalmente en la agricultura, y se ha nutrido básica e históricamente de lo que la tierra y las marismas del Bajo Guadalquivir han ofrecido a sus hijos e hijas quienes, empeñados en erradicar el hambre y la miseria, y en lograr mejores condiciones de vida para sus familias, no han dudado nunca en dar el primer paso para luchar y reivindicar mejoras económicas y sociales para todo el pueblo.
Tras el
triunfo del golpe de estado de julio de 1936, la población de
Trebujena, habitada por poco más de 4.000 vecinos y vecinas, se
encontraba aislada del resto de la provincia de Cádiz debido a su
especial situación geográfica y a sus deficientes vías de
comunicación, quedando a merced de la voluntad y de la violencia de
los golpistas locales que pertenecían a la Guardia Civil, a Falange
Española y a los sectores conservadores de la población, y que
actuaban impunemente convirtiéndose en insufribles personajes que transformaron la vida de sus habitantes en un continuo y sangrante
tormento del que no se libraron ni ancianos ni jóvenes, ni hombres
ni mujeres, entre los que cabe destacar más de un centenar de
lugareños que padecieron prisión, tortura y asesinato.
Nuestra
particular efeméride de agosto tiene que ver con uno de estos hijos
de tan digna población, quien no era más que un niño de ocho años
cuando Trebujena fue ocupada por los golpistas. Este mes se cumple el
tercer aniversario de su fallecimiento y algunos miembros de la
Asociación 'Jerez Recuerda' recordamos a Lorenzo Marchena con
mucha admiración porque, al haber coincidido con él en más de una
ocasión en la calle -en algunas de las luchas sociales que tanto
abundaban antaño en Jerez de la Frontera-, tuvimos la suerte de
conocer la autenticidad de su carácter revolucionario y la de su
militancia honesta, comprometido de por vida con la libertad y el
progreso de los pueblos.
A pesar de
que apenas conocía las letras, no era tampoco un hombre ajeno a la
cultura; tampoco a las inquietudes de las nuevas generaciones en las
que siempre llegó a confiar como motor de cambio social, apoyando
con su labor y con su presencia todas las causas que él consideraba
justas, como el antimilitarismo, la lucha contra el desempleo, la
recuperación de la memoria histórica y otras causas en las
que se comprometía tanto que se podría escribir un extenso libro que
pusiera de relieve la nobleza de su valeroso y gran espíritu
luchador.
Gracias a
nuestros recuerdos individuales y especialmente a la aportación
realizada por sus familiares -concretamente por su hijo Juan y por su
nuera Ana- publicamos esta efeméride acompañada de una resumida
biografía con la intensa labor desarrollada por este insigne y leal
trebujenero a quien la Presidenta de esta Asociación, así
como parte de su Junta Directiva que le llegó a conocer, le
agradecen el apoyo activo que hizo a las reivindicaciones de la
“Plataforma Homenaje a las Mujeres de la II República” que
se desarrollaron a mediados de los años noventa del siglo pasado,
así como sus desvelos y su ayuda incondicional durante los meses
comprendidos entre los años 1994 y 1995, cuando la investigadora y
actual Presidenta de la “Asociación para la Recuperación de la
Justicia y la Memoria Histórica 'Jerez Recuerda' ”,
María José Ruiz, estuvo trabajando en una investigación pionera
sobre mujeres represaliadas por el golpe de estado de 1936 y por la
dictadura franquista en la provincia de Cádiz, especialmente en el
caso de la biografía casi épica de la trebujenera Juana Aguilar
Pazos, más conocida como “La Moricha”.
Según
la información facilitada por estos familiares, Lorenzo Marchena
Villagrán fue hijo de José Marchena Vega y de Concepción
Villagrán, nacido en Trebujena el
día 12 de febrero de 1928, de familia obrera y campesina formada por
ocho hermanos que llegaron a sobrevivir, pues otros muchos hermanos
fallecieron durante la infancia, igual que gran parte de las familias
obreras carentes de recursos de la época, con una alimentacion
deficiente y con pocas posibilidades de asistencia sanitaria.
En
opinión de su hijo Juan, su vida no tuvo que ser fácil, pues el
padre de Lorenzo, apodado “El Lino" se buscaba la vida
trabajando como bracero, y con una vieja carreta tirada por dos
bueyes realizaba también portes a Lebrija, Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda, entre
otros lugares, además de realizar con estos animales las faenas
propias del campo, muriendo prematuramente y siendo muy joven, cuando
Lorenzo todavía era un adolescente, quedando él y sus hermanos más
pequeños al amparo de su madre y las dos hermanas mayores que, desde
muy jóvenes -casi niñas-, tuvieron que trabajar en los
cortijos de la zona para que la familia pudiera subsistir.
El
mejor símil que pudo encontrar para describir a su padre en
aquella época fue el del niño yuntero, del gran poeta
oriolano Miguel Hernández, evocando especialmente los versos “me
da su arado en el pecho, y su vida en la garganta...”, para informarnos de que el joven Lorenzo, a sus pocos años, se
encargaba de recibir de los pequeños propietarios de tierras -de los
mayetos, como se conocen por la zona- algún trozo de ellas donde
sembraba habas, cebollas y melones para poder ayudar también en la
casa.
Durante la experiencia personal de Lorenzo en aquellos meses del “verano
caliente” de 1936 y de fechas posteriores, nos narra
que, junto al patio de la casa familiar donde guardaba los bueyes, y
que limitaba en la calle Guzmanes con la bodega de “Paquito
Curro”, los falangistas y "otras malas yerbas"
se reunían para beber por las noches y emborracharse antes de
proceder a los asesinatos que tuvieron lugar en la población. Nos
cuenta también que tanto el niño Lorenzo, como su madre y el resto
de la familia oían cómo estos “fascistas” salían por aquel patio y jaleaban
previamente a los compañeros que les “había tocado”
cometer los crímenes esa noche, los cuales materializaban diariamente como algo natural.
Nos
recuerda también que la madre del pequeño Lorenzo ("Pura") lloraba de rabia e impotencia cuando los escuchaba, porque no podía
arriesgarse a salir por la noche o por la madrugada, para alertar a
las víctimas, ya que temía que “esta mala gente” la
apresaran y torturaran o, tal vez, asesinaran, pudiéndose haber
convertido ella misma en una víctima más de la barbarie genocida de
la población...
Pasaron
los años y el joven Lorenzo se hizo hombre. Se casó en los años
50 con Isabel, cuando ya tenía dos hijos del total de siete que llegaron a tener. Si la vida del “niño yuntero” Lorenzo no era
nada fácil, tampoco la fue la del hombre jornalero que llegó a ser,
en unos años donde la variedad en las opciones laborales
brillaba por su ausencia. Al no haber tenido formación alguna, ni
oportunidades de escolarización durante su infancia -”lo único
que sabía era poner su nombre”, nos dice su hijo-, estaba
condenado al trabajo extenuante del campo para poder alimentar a
“nueve bocas”. De este modo, la crueldad con la que la
vida le trataba alimentó en él su conocida rebeldía que
manifestaba con desprecio contra la clase dominante, además de
sentirse frustrado por la inexistencia de una organización, de una
conciencia y una valentía colectivas que acabaran con esta situación
de explotación.
Durante
estos años cincuenta se fraguaron tres hechos históricos
importantes que contribuyeron a que Lorenzo Marchena, igual que
muchos coetáneos suyos, pudiera empezar a ver alguna luz en el
túnel de oscuridad que suponía la dictadura de Franco: los Pactos
de Madrid firmados en 1953 por la dictadura española y Estados
Unidos, la admisión de la España de Franco en la Asamblea General
de la ONU el 14 de diciembre de 1955 y, muy especialmente, el Plan
Nacional de Estabilización Económica de julio de 1959, que hizo
desaparecer la autarquía franquista al tiempo que entraba en escena
el aperturismo al exterior y el incremento de la emigración
española.
Trebujena |
Es
en este contexto político, económico y social cuando, en los años
60, Lorenzo Marchena se va a Francia a trabajar como jornalero,
uniéndose de esta manera a la gran masa de trabajadores españoles
que optaron irremediablemente por sobrevivir siguiendo el camino de
la emigración, favoreciendo de paso también el contacto con el
exilio político español. Mientras tanto, las temporadas que pasaba
en Francia oscilaban entre uno y tres meses anuales, dependiendo del
cúmulo de trabajo y de las oportunidades que ofrecía su gremio.
Posteriormente, en el año 1966 cambió de destino y de profesión,
marchándose a Alemania a trabajar en la fábrica de automóviles de
la marca Opel, donde estuvo aproximadamente un año hasta que enfermó
del hígado -”aunque era persona que no consumía alcohol”,
nos comenta su hijo-, lo que provocó su vuelta a su pueblo natal y a
las viñas del Marco de Jerez donde desarrolló las labores
propias del gremio hasta su paso a la situación de pensionista.
Entre
las cosas que nos iba informando Juan Marchena sobre la estancia de
su padre en Francia, nos cuenta que tomó contacto con miembros del
Partido Comunista de España (PCE) en el exilio con
quienes realizaba reuniones informativas, junto con otras personas,
encontrando finalmente lo que consideraba que echaba de menos en su
tierra natal: “organización y dirección que guiaran a la gente
a dar la batalla”... A partir de ahí, y cada vez que regresaba
de Francia, siempre venía cargado de libros “clandestinos”
-como los denominaba Lorenzo- para que su hijo los leyera, creando
de esta manera en Juan “mi propia conciencia de clase” con
la lectura de títulos que recuerda “especialmente”, como
“El único camino”, de Dolores Ibarruri, y “El
partido de masas que necesitamos",
de Ignacio Gallego.
En una de las ocasiones que Lorenzo regresaba de
Francia, cuando el hijo tenía tan sólo siete u ocho años de edad, le contó que por aquellos días se iba “a la huelga en la viña”,
porque “lo que se ganaba era una miseria y sólo daba para pasar
hambre”. Era la época de la creación del embrión de las
primeras “Comisiones Obreras”,
tanto en el Marco de Jerez como en el cercano pueblo
sevillano de Lebrija, donde muchos de sus jornaleros trabajaban en
las viñas, y no desaprovechaba esos momentos para explicar a su
hijo, y a esa edad, qué era una huelga y para qué servía.
Recuerda
que, durante los años 70, Lorenzo Marchena “fue quizás el más
grande activista de Trebujena, junto con otros compañeros” en
la lucha por “una verdadera democracia”, participando
activamente en la difusión del períodico "Mundo Obrero", así
como en reuniones y asambleas; distribuyendo octavillas que de
madrugada eran "tiradas" por las carreteras que
conectaban Trebujena con Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda
y Lebrija, y llamando a las repetidas huelgas que en los ultimos años
de la dictadura franquistas se produjeron en la zona.
Como
no podía ser de otra manera, también la represión policial
franquista iba en consonancia con los momentos históricos que
Lorenzo Marchena vivía y experimentaba. Nos ilustra su hijo que la
Guardia Civil estaba al corriente de todos estos movimientos
sindicales y de activismo político, pero desconocía quiénes eran
los que convocaban las huelgas y dónde se hacían las reuniones y
asambleas.
De
esta manera, y con motivo de una de estas huelgas, la Guardia Civil
consideró oportuno detener a Paco Cabral, al que tenía conceptuado
como “líder” jornalero y posiblemente inductor de las
mismas. Se dieron las circunstancias de que Lorenzo Marchena vivía
al lado de Paco Cabral, y fue testigo de su arresto y de cómo se lo
llevaban al cuartel de la Guardia Civil, haciendo que Lorenzo, junto
con Miguel Campos, “El Maestrito” (“verdadero líder
jornalero”, asegura Juan), y otras personas, organizaran una
concentración a las puertas del “cuartelillo” donde
acudieron entre 300 y 400 trabajadores exigiendo la libertad del
detenido. Según declara el hijo de Lorenzo, la Guardia Civil se vio
obligada a dejarlo en libertad, pero el incidente provocó al mismo
tiempo otras detenciones en Sanlúcar de Barrameda y en Jerez de la
Frontera, yendo a prisión algunos de los líderes del movimiento
campesino de la zona, entre los que se encontraba Manuel Romero, de
Jerez, más conocido como Manolito Romero.
Mantiene
el hijo de Lorenzo Marchena que éste quedó finalmente desencantado
de los comunistas “revisionistas” de Trebujena, entre los
que se contaban “gran cantidad de oportunistas”. Cuenta,
por ejemplo, que a pesar de la honradez y la integridad de Lorenzo
Marchena alguien quiso involucrarle en el robo del dinero de la Caja
de Resistencia que se había recolectado para las familias
necesitadas. Nuestro equipo de investigación no consiguió que diera
ningún nombre porque, según Juan, “no merece la pena, aunque
sé de qué hablo y en su pueblo todo el mundo los conoce... Sólo
eran unos pequeños burgueses que, como tanto traidor a la clase
obrera, sólo eran unos fariseos”.
A
nuestro entender, el caso se desarrolló de una manera tan simple
como efectivamente apestosa. Resulta que se había elaborado un plan
de “solidaridad” en
el que Lorenzo actuaba como intermediario, pues éste tenía que
recibir el dinero de un compañero para entregarlo a otro receptor
cuya casa no distaba más de treinta metros de distancia del punto del primer contacto. Era una
operación sencilla y rápida que nuestro protagonista cumplió sin
dificultad alguna, pero al día siguiente de la entrega final el
receptor comunicó a la persona que directamente le pasó el dinero
a Lorenzo que no había recibido nada por parte de él.
Mientras nos
narraba estos hechos, tuvo que hacer un
paréntesis y añadir:
“No
quiero dar nombres, pero de muchos es conocida la honradez e
integridad de Lorenzo, que siempre fue incapaz de coger nada de nadie
y que incluso a su casa le costaba el dinero el participar en la
lucha, porque en una ocasión le pidió a Isabel, su mujer, que le
dejara los únicos cinco duros que tenía para la compra de gasolina
para labrar la viña de uno que, por estar enfermo, no podía
hacerlo”...
El
episodio de la Caja de Resistencia obviamente
enfureció tanto a Lorenzo que, según su hijo, tuvo tal arrebato de
ira “que tenía ganas de matar al sinvergüenza traidor
que se había quedado con el dinero”....
De hecho, Juan nos quiso resaltar que la “solidaridad
obrera” de algunos de los
“comunistas” -que
con mucho énfasis los entrecomilla llamándoles además “fariseos”-
fue una oportunidad para que éstos se compraran varias aranzadas de
tierra, o viña, en contraste con la trayectoria impoluta de Lorenzo
que sólo tenía una aranzada que llegó a adquirir con el esfuerzo de
su trabajo como emigrante en Alemania, y con el de sus hijos mayores
que ya trabajaban, logrando cumplir de esta manera uno de sus deseos:
“tener un pedacito de viña para distraerse”...
Fue tal la
decepción, la desilusión y la preocupación que dicho suceso
provocó en nuestro amigo Lorenzo que decidió abandonar Trebujena e
instalarse en Jerez de la Frontera. Por un tiempo estuvo viviendo con
su hermana Pura y luego se trasladó definitivamente a la casa que su
hija tenía en la Barriada La Constancia hasta su fallecimiento en
agosto de 2014, con 86 años y medio, tras la implantación de un
marcapasos (provocada por un desmayo que tuvo mientras se
dirigía en un día de verano desde la Calle Larga hasta la casa en
dicha barriada) que la familia nunca vio necesario porque el padre de
Juan siempre gozó de buena salud y carecía de enfermedades, salvo
la hepatitis que superó hacía bastante tiempo.
Lorenzo
Marchena se fue habiendo vivido, tal y como nos afirma su hijo, como
“un hombre de palabra, fiel a sus principios, honrado a
más no poder” y como una
persona “leal y con vergüenza, de lo que hoy se carece
en parte de la sociedad”. De
hecho, en Jerez tenía grandes amigos, entre los que se encontraban
Juan Flores, el “Vizco Padilla” y otros con los que se
reunían y paseaban por distintas zonas de Jerez, pasando de esta
manera las horas. Juan nos recuerda también que, a causa de una
intervención quirúrgica realizada a su amigo Juan Flores -que le
obligó a estar impedido para andar- siempre le pedía que le
acercara a la Avenida del Mosto, lugar donde vivía su amigo, y allí
“se tiraba horas enteras charlando”...
El
hijo de Lorenzo recuerda que su padre murió en presencia de toda la
familia al completo: hijos, hijas, nueras, yerno, nietas y nietos...
Los tres meses que estuvo hospitalizado previamente al 'exitus' fueron meses
de turnos diarios familiares, y cada noche “tenía a uno de los
suyos acompañándolo” hasta que falleció porque “el
motor se había gastado”.
Juan terminó
de contarnos la historia de su padre -de nuestro amigo Lorenzo- con
unas palabras finales:
“Lo
que puedo decir de él es que fue un luchador, un gran padre, un gran
abuelo, y que guardo de él sólo recuerdos agradables, porque sé
que fue una buena persona... Desencantado de su partido y de los
fariseos, él siempre mantuvo sus principios comunistas”.
Lorenzo
Marchena está enterrado en Trebujena, su tierra natal, donde él
quiso descansar.
D.E.P.
-Testimonios orales y Archivo familiar
- http://jerezrecuerda.blogspot.com.es/2017/08/en-recuerdo-de-lorenzo-marchena_31.html
- http://erandaluysuvocabulario.blogspot.com.es/2014/
- https://es.wikipedia.org/wiki/Trebujena
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